Mi barrio, mi voto, ese municipio

28 de Diciembre 2016 Noticias

Las últimas elecciones municipales fueron una gran sorpresa para varios ediles. Algunos como Carolina Tohá -con un gran respaldo de expertos urbanistas de una amplia gama política- encararon confiadamente las urnas, pero el resultado fue de una contundente preferencia por otros.

Por otra parte, las elecciones municipales han sufrido una dramática disminución de participación, que ya en 2012 era de sólo un 42%. En el caso de Providencia Evelyn Matthei ganó esta vez con menos votos que con los que perdió Cristian Labbé en 2012; en Santiago, Felipe Alessandri ganó las elecciones con apenas el 10% del universo de votantes.

¿Hasta qué punto el voto en elecciones municipales responde a la discusión política nacional? ¿Acaso está cada vez menos enfocado en cómo creemos que nuestros barrios y comunas deben ser, si tuvieron logros y cómo deben avanzar; cómo debemos mejorar sus sistemas de planificación, cómo podemos ampliar y profundizar la participación en nuestros entornos? Dada la baja participación —explicada como reflejo del desinterés por la política— ello se tensiona aún más, ya que desestima la significancia democrática de gobernar y administrar nuestros barrios.

Más de un 70% del total de alcaldes que fueron a la reelección ganaron, la cual es una proporción sustancialmente más alta a la de 2012 donde casi un 60% fue reelegido. Muchos de ellos han sido respaldados por amplias mayorías de su comuna. En Ñuñoa, por ejemplo, el alcalde Sabat dejó su cargo anticipadamente, pero su sucesor, Andrés Zarhi, fue electo con un amplio 49% en respaldo a la gestión territorial. En Recoleta, el alcalde Daniel Jadue fue reelecto con un respaldo por sobre el 56%, y apoyado por una gestión local radical y de impacto nacional como fue la farmacia popular, repetida por ediles de toda orientación política.

En algunas comunas, la elección municipal fue una derrota para el conglomerado político nacional con el cual se relacionaba el candidato; allí, el voto fue utilizado no como una evaluación de la calidad de vida de mi comuna y barrio, sino como un reclamo político.

En otros casos, la reelección ha sido un reconocimiento a la gestión local comunitaria, como si las obras hablaran por sí mismas en relación al aporte que ofrecen al municipio y a sus habitantes.

Si bien en las elecciones de alcaldes comúnmente se han entrelazado las dimensiones políticas y territoriales, en esta última municipal se confundieron las prioridades en las cuales mi barrio y mi voto están relacionados siempre y cuando esa municipalidad, circunstancialmente, no sea utilizada como bandera del debate nacional.

“¿Hasta qué punto el voto en elecciones municipales responde a la discusión política nacional?”.

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