Lagos y Guillier

3 de Octubre 2016 Noticias

A 21 días de la elección municipal, el posicionamiento de los precandidatos presidenciales de la Nueva Mayoría mantiene la atención política. Sin estruendo, casi como una realidad paralela, mientras el país formalmente se prepara para escoger autoridades edilicias, el ex Presidente Lagos y el senador Guillier se consolidan como las alternativas principales, dejando, por ahora, en una indesmentible trastienda las otras opciones. En rigor, nada asegura que este escenario sea ya irreversible, pero lo que ha tendido a configurarse en las últimas semanas es, sin duda, una disputa esencialmente binaria.

Dos precandidatos que sobresalen encarnando la ambivalencia propia de una coalición marcada por los contrastes, carente de conducción unitaria y articulada solo por un programa de reformas hoy muy impopular. También, reflejo de una sociedad en tránsito, donde las bases de sustentación que explicaron su último cuarto de siglo son ahora cuestionadas, pero donde no se observan todavía opciones sólidas y transversales de remplazo. Un país donde la falta de acuerdos básicos y el descrédito de sus elites terminaron por generar una profunda crisis de confianza.

El expresidente Lagos, figura central de la transición, busca entonces hacerse cargo de una alianza de centroizquierda cuya razón de ser fue un severo cuestionamiento al Chile de la Concertación, precisamente el país que Lagos representa mejor que nadie. Ha cuestionado al gobierno y sus reformas (“el país perdió el rumbo”), ha diagnosticado la crisis actual como la más profunda desde el Golpe Militar, pero pretende liderar a los que siguen creyendo en el programa y avalando una gestión mayoritariamente cuestionada.

Tiene al frente al senador Guillier, un hombre que arribó de súbito a estas lides desde el mundo de las comunicaciones, que no posee trayectoria política, pero que hoy encabeza las encuestas como la opción más competitiva para impedir el retorno de la derecha al poder. Sin propuestas conocidas, recoge, sin embargo, de mejor forma el imaginario de la Nueva Mayoría, genera menos resistencias en su base militante y, sobre todo, posee una empatía y una conexión emocional con la gente de la que Ricardo Lagos simplemente carece.

Así, disputándose el liderazgo de una coalición gobernante sumida en la impopularidad, el país observa a un ex presidente fiel a la obra de la Concertación, un político tradicional obsesionado con pensar al Chile del largo plazo, militante no de uno, sino de dos partidos de la Nueva Mayoría, pero distante y tremendamente crítico de la actual administración. Del otro lado, un rostro de la TV cercano y agradable, independiente, que no ha puesto nada sobre la mesa, salvo su personalidad, pero que ha votado en el Senado todos los proyectos del programa de gobierno y ha sido en estos tiempos difíciles leal con la Presidenta.

En resumen, una disputa llena de contradicciones, donde la continuidad o el cambio se cruzan en un choque entre experiencia y novedad, cercanía y distancia, política tradicional e independencia de los partidos. Un círculo que en medio del deterioro general de las confianzas se ve muy difícil de cuadrar, donde los costos y riesgos de cualquier opción son los altos, pero que, finalmente, va a tender a ser resuelto en función de la fría competitividad, de quién está en mejores condiciones para asegurar lo que hoy está en peligro.

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