La violencia glorificada

6 de Agosto 2019 Columnas

Leo a Hannah Arendt en “Sobre la revolución” y me resulta imposible no establecer algunas conexiones con los atentados ocurridos en los últimos días en nuestro país. Me refiero al envío de bombas en paquetes de correo. El primero de ellos a la Comisaría de Huechuraba y el segundo a las oficinas del exministro del interior Rodrigo Hinzpeter. La violencia de los hechos y su adjudicación por parte de supuestos grupos anarquistas generan muchas preguntas: ¿De dónde proviene esa violencia? ¿En nombre de quién actúan esos sujetos? ¿Cuál es el fin de esa violencia?

Leo a Hannah Arendt, filósofa alemana judía que sobrevive al nazismo. Su claridad, su prosa precisa y lúcida es de gran actualidad. Arendt habla de una “violencia glorificada” y “justificada” que actuaría supuestamente en nombre de una “necesidad”. Sin embargo, para Arendt, esta violencia glorificada y justificada por algunos movimientos terminaría, siguiendo a Rousseau, en la paradójica situación de “forzar a los hombres a ser libres”. Tal parece, a la luz de algunas declaraciones de los que se adjudicaron el envío de bombas, la extraña situación del acto anarquista, que consigue lo contrario de lo que busca.

El “enemigo” para este grupo anarquista es aquél que ostenta el poder y la represión estatal, tal como afirmaron en su comunicado: “Aun cuando sabemos que todos somos parte del funcionamiento del dominio, reconocemos que existen grados de responsabilidad y los destinatarios de nuestros envíos explosivos cuentan con un papel determinante tanto en la gestión y acumulación del capital como en el control y la represión estatal”. Aquí nuevamente pienso con Arendt, quien sentencia: “También sabemos, aunque ello nos pese, que la libertad ha sido mejor preservada en aquellos países donde nunca hubo revoluciones, por afrentosas que sean las circunstancias en que se ejerce el poder, y también que hay más libertades políticas en los países donde la revolución fue derrotada que en aquellos otros en que salió victoriosa”.

Es la paradoja de todo movimiento insurgente que queriendo promover la libertad termina imponiendo una política del terror y de la venganza. Venganza es también el nombre que el supuesto grupo anarquista ostenta: “Fracción por la venganza”. De la venganza también habla Arendt, quien la piensa como un principio inspirador de muchos actos y como elemento que identifica a quién fuera el instaurador del reino del terror durante la Revolución Francesa: Robespierre.

Todo el vocabulario ocupado por quienes se adjudican los atentados mencionados apunta a este espíritu revolucionario: la idea de hacer una purga social eliminando a algunos individuos concretos, el concepto de “enemigo objetivo” y el creerse en una posición de pureza moral y ausencia de vicio por sobre la hipocresía de los demás. Por eso hay que seguir cuidando la democracia, porque nadie está en esa situación de pureza moral. Salvo algunos personajes de Dostoyevski como el príncipe Mishkin… el resto, puros Raskolnikov que en cualquier minuto somos capaces de matar a la vieja prestamista.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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