La reconstrucción no son sólo casas

9 de Febrero 2017 Columnas Noticias

Tras los recientes incendios, algunas opiniones acusan responsabilidades por el uso productivo del suelo; otras condenan la actuación del Gobierno, se refieren a las lecciones pasadas en desastres, o la labor de equipos de emergencia. Un reportaje de la BBC narra el testimonio de brigadistas internacionales sorprendidos por el espíritu y motivación de los chilenos para combatir y reconstruir tras el desastre.

A pesar de la magnitud de lo ocurrido, somos capaces de reaccionar e inclusive sonreír. Entonces, a la hora de valorar el combate, reacción, organización y efectividad para enfrentar incendios, terremotos, tsunamis, erupciones de volcanes, lluvias y otros, ¿por qué vemos con tanto pesimismo la labor de nuestras autoridades e instituciones, pero levantamos banderas y cantamos un ceacheí?

Una posible explicación a esta aparente contradicción es que efectivamente somos más resilientes, con mayor capacidad para reponernos y para estar preparados para futuras eventualidades; por ende, más adaptables a contingencias y más solidarios entre nosotros; sin embargo, esta resiliencia no se ha traspasado al Estado y sus instituciones. Si bien se han incorporado capacidades y protocolos para situaciones de emergencia, aún se supone que la misma gobernabilidad es capaz de responder a los riesgos y consecuencias de desastres sin mayores cambios estructurales. Eso es un error grave.

Si buscamos un Estado resiliente, urge planificar considerando que el desastre es un evento que ocurrirá, y cuya gobernabilidad se debe basar en criterios especiales. Proponemos tres criterios de inversión. Primero, la duplicidad de infraestructuras; dada la alta probabilidad de que una falle en un desastre, tener una alternativa da una ventaja única en las primeras etapas de respuesta. Segundo, la comunicación como eslabón fundamental para las fases de respuesta a la emergencia y preparación de la reconstrucción.

Las comunicaciones también son la capacidad de contar con información de valor, como planos de lugares dañados, localización de familias y hogares para determinar damnificados. Y tercero, la sustentabilidad energética como soporte a la economía local en su necesidad de recuperar la capacidad productiva de las comunidades afectadas. Por ejemplo, la provisión de energía solar a comunidades puede disminuir radicalmente los costos de negocios locales, da autonomía energética y baja la tensión en líneas de transmisión eléctrica.

Como lo dijo la ministra de Vivienda, Paulina Saball, en una reunión con comunidades de Santa Olga, la reconstrucción no son sólo casas. Estos tres criterios son ejemplos de cómo las organizaciones e instituciones pueden adoptar la resiliencia no sólo como una de sus atribuciones sino también como parte de la identidad de un país donde sus ciudadanos están expuestos a permanentes riesgos de desastres.

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