El pasado lunes 18 de mayo el Ministerio de Educación (Mineduc) dio a conocer su propuesta de “Priorización curricular” para orientar a los establecimientos educacionales en este escenario de crisis, que no se sabe a ciencia cierta cuándo acabará. La propuesta define aquellos aprendizajes “esenciales” que deben ser abordados por los establecimientos en lo que queda de año escolar y con una duración de dos años. Esto implica que, a diferencia de un año normal, los establecimientos no estarán obligados a abarcar la totalidad del currículum escolar, sino que solo aquellos Objetivos de Aprendizaje (OA) priorizados por el Mineduc.
Llama la atención el uso de los conceptos, pues mientras el Mineduc habla de “priorización” de aprendizajes, el presidente del Consejo Nacional de Educación, Pedro Montt, alude a un “recorte” de los mismos. Evidentemente, no se trata de esto último, pues un recorte al currículum implicaría una modificación tal que sería necesario activar todo el procedimiento de elaboración de Bases Curriculares contemplado en nuestro normativo, lo que no fue el caso.
Más allá de este conflicto semántico, el ejercicio realizado por el Mineduc es de enorme interés para los actores del sistema educativo. Por primera vez desde que las Bases Curriculares entraron gradualmente en vigencia a partir de 2012, el propio Mineduc señala una ruta a dichos actores acerca de qué aprendizajes debiesen abordarse con preferencia por sobre otros. De acuerdo al documento que fundamenta esta propuesta, esta nueva categoría de “aprendizajes esenciales” se trataría de aquellos “imprescindibles para continuar el aprendizaje al año siguiente” (Mineduc 2020, p. 8). No obstante, el riesgo de introducir esta categoría es que forzosamente implica asumir, más allá del escenario en que se lleva a cabo esta selección, que las Bases Curriculares, especialmente de 1° básico a 2° medio, contienen aprendizajes prescindibles y accesorios. De acuerdo a la extensión y naturaleza de la priorización propuesta por el Mineduc, se podría deducir que estos últimos serían en estricto rigor la gran mayoría de los aprendizajes definidos en las Bases Curriculares.
Este reconocimiento tiene además otra consecuencia: confirma que en nuestro sistema educativo existen dos estilos de prescripción curricular diferentes. Esto, dado que la cantidad de OA seleccionados en las Bases Curriculares de 7° básico a 2° medio es considerablemente mayor que en las nuevas Bases Curriculares de 3° y 4° medio. Para dar un ejemplo, para 2° medio en la asignatura de Historia, Geografía y Ciencias Sociales se seleccionaron un total de ocho OA de conocimientos de un universo de 25, mientras que para cualquiera de los dos módulos anuales de la misma asignatura para 3° y 4° medio se priorizaron tres OA de conocimientos sobre un total de ocho (en ambos casos se mantuvieron todos los OA de habilidades). Esto significa que la cantidad de OA priorizados para 2° medio en esta asignatura equivale a la totalidad de los OA definidos en el currículum nacional para la misma asignatura en 3° o 4° medio. Esto habla de que, efectivamente, el nivel de prescripción en el currículum nacional hasta 2° medio se considerablemente mayor que en los dos últimos niveles, lo que indica, a su vez, que es allí donde convendría mirar a la hora de definir qué es un aprendizaje esencial.
En ese sentido, esta priorización debiese ser un primer paso transitorio hacia una reforma curricular gradual de la Educación Básica y Media, considerando que las Bases Curriculares de 1° a 6° básico entraron en vigencia el 2012 y que pronto se cumplirán diez años. Dicha reforma debiese centrarse precisamente en definir aquello realmente “esencial” que nuestras futuras generaciones deberán aprender para hacer frente a los desafíos que impondrá la nueva realidad engendrada por un mundo asolado por diversas crisis de nivel planetario: climática, económica y sanitaria. Evidentemente, un currículum ad portas de cumplir diez años en algunos de sus niveles no hará sentido en este nuevo escenario global. Por ello, resulta fundamental que esta medida de emergencia no se “instale” como una solución a los ya conocidos problemas de cobertura curricular, sino que como el inicio de una reflexión profunda, que incluya a todos los actores del sistema educativo, para consensuar aquellos conocimientos, habilidades y actitudes imprescindibles para enfrentar el mundo que se nos viene.
Publicada en El Mostrador.