La Gran Convención Constituyente

15 de Noviembre 2020 Columnas

Próximo a comenzar a discutirse cómo se llevará a cabo la elección de aquel grupo selecto que se va a hacer cargo de la redacción de una nueva Constitución, resulta interesante repasar la forma en que se elaboró la que sería, a la larga, la carta magna de mayor duración en la historia de Chile.

El 1 de octubre de 1831, a través del Ministerio del Interior, el presidente Joaquín Prieto, ante la necesidad de reformar la Constitución de 1828, publicó una convocatoria para lo que fue llamado como “La Gran Convención”.

A la Gran Convención estaban convocados dieciséis diputados y veinte ciudadanos “de conocida probidad e ilustración”. El Congreso sería el encargado de elegir a los individuos que presentaran estas características. Las personas seleccionadas no podían renunciar y una que vez que fueran designadas, debían prestar el siguiente juramento:

“Juro por Dios nuestros Señor examinar la constitución política de Chile promulgada el 8 de agosto de 1828, y si hallare conveniente su reforma o modificación concurrir a hacerla según el dictamen de mi conciencia, en los términos oportunos para asegurar la paz y tranquilidad del pueblo chileno. Si así no lo hiciere Dios y la Patria me demanden”.

No pasaron muchos días para que ese grupo de “Selectos personajes” se hubiera conformado, destacan los nombres de Joaquín Tocornal, Ramón Rengifo, Estanislao Portales, entre los diputados y de los ciudadanos: Mariano Egaña, Agustín Vial, Manuel Gandarillas, Juan de Dios Correa, por nombrar algunos de los veinte.

Antes de que se cumplieran dos años, el país ya contaba con una nueva Constitución. La noticia fue recibida y festejada en las distintas localidades del país, aunque siempre forzada por el Gobierno. En el caso de Valparaíso, el 7 de julio de 1833, se llevó a cabo la jura de la nueva Constitución en la Municipalidad de Valparaíso. El acto estuvo presidido por el Gobernador del puerto, en ese entonces, nada menos que Diego Portales. Luego de ser jurada por las autoridades, el texto fue llevado a la plaza principal, colocado en una tablilla “con la más posible decencia que se había preparado”, según el relato de El Araucano y se procedió a su lectura y posterior juramento del pueblo “quien lo prestó con los mayores aplausos”. Entonces, agrega la crónica: “se distribuyeron medallas y tiraron monedas al público, concluyendo este acto con un repique general de campanas y salvas de artillería por las fortalezas y buques de guerra”.

Como era la costumbre de todo acto solemne que se preciara de tal, unos días más tarde, se consagró el evento con una misa con todas las autoridades y corporaciones presentes en la iglesia parroquial, acto que concluyó con nuevos repiques de campanas, para que nadie quedara indiferente ni pudiera decir que no estaba enterado de la noticia.

Por si esto fuera poco: “En los días seis, siete y ocho se enarbolaron banderas en todas las casas de la población iluminándose en las noches de los mismos días y en los dos primeros se hicieron fuegos artificiales”.

Esto mismo se repitió en las principales ciudades del país y la repetición de las crónicas da cuenta de dos cosas. El interés del diario oficial por uniformar un discurso de apoyo en torno a la nueva carta magna y, por otro, la voluntad del Gobierno por forzar un sustento popular al nuevo texto constitucional. A las monedas y fuegos artificiales se agregó en Concepción, por ejemplo, cánticos patrióticos, arcos triunfales, ejercicios y fuegos militares, todo esto en un ambiente que, aseguraba El Araucano: “nuestra carta se ha afianzado para siempre”.

Finalmente, la Gran Convención estuvo lejos de tener el espíritu democrático que se le pretenda dar a la Convención Constituyente actual. No obstante, dentro de las reglas del juego, considerando la población de la época (según censo de 1835) era cercana al millón de habitantes, el número de representes de 36, en términos proporcionales, era mucho más alta que la actual de 155 por 17 millones y medio de habitantes que tenemos en la actualidad. Aunque claro, el voto era censitario, estaban excluida gran parte de la población, comenzando por la marginación de las mujeres. Esperemos que lo que resulte de este nuevo ejercicio constituyente, nos permita, como esperaba El Araucano, que la nueva carta se afiance por siempre…igual que la de 1811, 1812, 1814, 1818, 1822, 1823, 1828, 1833, 1925 y 1980.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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