La firma de la rendición de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia

28 de Septiembre 2016 Noticias

La firma, tras años de negociaciones, de un acuerdo de paz que permitirá que la mayor parte de las fuerzas de la Guerrilla de las Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia (FARC) se reincorporen a la democracia colombiana es ciertamente una magnífica noticia. El precio ha sido alto, con cuotas importantes de impunidad y reparación que serán asumidas por el Estado, todo a cambio del desarme y una tibia petición de disculpas. Como fuere, una fuerza que causo centenares de miles de muertos ha dejado de combatir, esa es una buena noticia sin lugar a dudas.

Pero:

El drama es que la desmovilización de estas fuerzas no traerá la tan anhelada Paz a Colombia. Y la razón es obvia. Las fuerzas que se desmovilizan son solo parte de las FARC; otros elementos de esta misma guerrilla procederán a continuar combatiendo, ahora ya declaradamente asociados a la protección de las operaciones de cultivo y refinación de cocaína. Peor aún, otra fuerza guerrillera (incluso más antigua que las FARC) como es el Ejército de Liberación Nacional (ELN) está lejos de querer sumarse a la Paz, y está avanzando para ocupar cuento territorio abandonado por las FARC pueda, así como absorber a los guerrilleros que simplemente no quieren o pueden desmovilizarse.

La tragedia colombiana continua, y por eso, más que sembrar en los medios la ilusión de que el conflicto interno colombiano finalmente termino, quizás se debió ser más prudente en términos de plantear que se había conseguido un primer paso extremadamente importante, pero que solo es eso, un primer paso. Winston Churchill, ante la victoria aliada en el Norte de África en 1943 se vio enfrentado a una situación similar cuando el entusiasmo de sus compatriotas parecía hacerlos creer que la Segunda Guerra Mundial se acercaba a su fin cuando en realidad quedaban casi dos años de las más duras acciones de guerra. Su planteamiento de “que esto no es el fin, ni siquiera el principio del fin; aunque quizás sea el fin del principio” resumió la situación de manera brillante.  No se me ocurre una mejor metáfora de la situación colombiana. Ciertamente se ha roto una dinámica. La Guerrilla asume que no puede triunfar; no podrán destruir a las instituciones y democracia colombiana y entienden que es mejor luchar por sus ideas en el Congreso antes que en la selva, y con las ideas y la palabra en vez de un fusil Kalashnikov.

No son los únicos; aún quedan algunos que sinceramente creen que las ideas ya arcaicas de Fidel y del Che de que la Revolución solo se puede conseguir por la violencia son válidas. Peor aún, el negocio de la droga no da señales de abatir, y quizás ese sea el principal desafío que enfrentaran las Instituciones colombianas. Como desarticular un negocio que produce decenas de miles de millones de dólares y que no parece detenerse ante nada.

Lamentablemente aún queda violencia por ocurrir en Colombia; quedan aún muchos muertos, heridos y secuestrados.

Al menos ya se ve el final del túnel, y eso sin lugar a dudas es para celebrar.

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