La duda decisiva

3 de Enero 2021 Columnas

Un tiempo en que muchas cosas estarán en juego de manera simultánea: desde la salida de la pandemia a la recuperación económica, del inicio del proceso constituyente al restablecimiento del orden público y el estado de derecho. En las últimas semanas también se hizo visible cómo todos estos problemas han fortalecido al narcotráfico y el crimen organizado. En síntesis, violencia estructural, normas cuestionadas y una policía con serios problemas de legitimidad son elementos que se replican en no pocas áreas del acontecer nacional.

Un sector importante del mundo saldrá de la parálisis económica con relativa rapidez, a medida que las vacunas avancen en el control de la crisis sanitaria. EE.UU., Canadá, Europa y buena parte de Asia tendrán una recuperación acelerada, entre otras cosas, porque sus economías recibieron este último año niveles de estímulo fiscal y monetario sin precedentes. Luego, la gigantesca magnitud de los déficits fiscales y el riesgo de inflación van a adquirir todavía más centralidad entre los desafíos de mediano plazo que deberán enfrentar el mundo desarrollado y las economías emergentes.

En América Latina, dada la envergadura del deterioro económico y social, las cosas van a ser mucho más difíciles. Y en el caso de Chile, la convergencia entre los efectos de la crisis política e institucional iniciada con el estallido de octubre y el impacto de la pandemia, ha dado lugar a un cuadro todavía más intrincado. Además, no tenemos idea cómo esa convergencia seguirá su curso en los próximos meses; en especial, si a medida que las restricciones de movimiento se vayan relajando volverán o no las manifestaciones de descontento y las expresiones de violencia que se observaron hasta la llegada del Covid-19 al país.

Lo único claro es que Chile está hoy en un ciclo que hará muy cuesta arriba el imperativo de afrontar un escenario de estas dimensiones. Esa es la gran diferencia entre nuestra situación y la del segmento del planeta que saldrá de la crisis sanitaria y económica de forma relativamente rápida: el deterioro político y del Estado de derecho, la crisis de convivencia que se ha vivido en Chile en el último tiempo es enorme y lo condicionará todo. Hoy no solo carecemos de acuerdos en aspectos fundamentales para el buen funcionamiento de las instituciones, sino que el proceso que supuestamente debe llevarnos a la construcción de esos acuerdos tardará todavía un año y medio. Y tampoco es evidente que todos los actores que van a participar de él lo asuman con el mismo grado de entusiasmo y compromiso.

Al final del día, ese es nuestro gran talón de Aquiles: la incertidumbre sobre si la voluntad política para abordar la crisis actual de verdad existe, y si es lo suficientemente mayoritaria como para poder recomponer las bases de nuestra convivencia. La posibilidad de generar soluciones a los demás problemas está supeditada a esta interrogante, una duda decisiva que, para bien o para mal, debiera quedar despejada en el año que se inicia.

Publicada en La Tercera.

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