La diferencia

4 de Octubre 2020 Columnas

La negociación de las primarias para alcaldes y gobernadores regionales tuvo la virtud de explicitar un contraste sustantivo: más ya de las tensiones y conflictos inherentes a la actividad política, en la centroderecha existe un proyecto de sociedad común, con énfasis y matices entre sus integrantes, pero donde al final del día hay coincidencia en las líneas gruesas. Y eso es precisamente lo que hoy no existe en la centroizquierda: un ideario que genere identidad y compromiso, una visión del pasado, el presente y el futuro que aúne voluntades en torno a un proyecto compartido.

El Frente Amplio terminó haciendo lo que anunció el fin de semana pasado, antes de darse una voltereta comunicacional impresentable: desestimar las primarias con el resto de la oposición y, en particular, con los partidos de la ex Concertación; es decir, con aquellos a los que hace unos días el presidente de Comunes consideró parte de “la casta” que ha administrado el Chile “neoliberal” de las últimas décadas. Es cierto que las fuerzas políticas que gobernaron a partir de 1990 han hecho en estos años enormes concesiones, han demolido su obra y pedido disculpas en todas las formas posibles, pero aún así parecen no ser dignos de confianza. Es que veinte años de historia no se borran y el FA nació para ser una alternativa a ellos, no sus aliados.

Es una dificultad mayor, que solo puede soslayarse cuando lo que prima es el cálculo electoral. El drama de los partidos de la ex Concertación es que el FA hasta ahora no ha estado dispuesto a diluir su identidad en pactos de ocasión con sectores a los que, en el fondo, consideran adversarios. Estos intentan convencerlos de que lo único importante es derrotar a la derecha, y no comprenden que para un segmento importante del nuevo bloque, ellos -la ex Concertación- y la derecha son básicamente lo mismo: los responsables no de los treinta pesos, sino de los últimos treinta años.

Qué confianza pueden generar los que han renunciado a su historia solo con el objetivo de seducir a aquellos que ahora tienen los votos que les faltan para volver al poder. Si los partidos de la ex Concertación quieren convencer al país de que hoy representan más o menos lo mismo que el PC y el FA, la gente opta por aquellos que exhiben convicción en su proyecto y no por arrepentidos. Si representan algo distinto, no se entiende la obsesión por mimetizarse. Esta es una de las razones que explica su carencia de liderazgos presidenciales y sus altas tasas de rechazo en las encuestas.

Seguramente, los intereses que ahora chocaron van a coincidir el día de mañana en alguna elección. Pero la diferencia que existe entre el FA y las fuerzas de la ex Concertación seguirá siendo lo suficientemente profunda como para impedir que prospere cualquier otra cosa.

Publicada en La Tercera.

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