La derrota del triunfo

4 de Septiembre 2022 Columnas

Ninguna encuesta ni analista le achuntó ni cercanamente a lo que sucedió ayer. Si bien había distintas voces que hablaban de un triunfo del Rechazo, se esperaba algo bastante más estrecho. Hidalgamente, además, reconozco que pensé en un escenario estilo Lagos-Lavín 1999, prácticamente un voto por mesa.

Pero no fue así y la aplanadora fue brutal. Incluso en lugares donde se habría esperado un resultado a favor del Apruebo, ni siquiera allí se logró. Ni en Punta Arenas, la cuna del Presidente Gabriel Boric.

Ahora comienza un proceso que ya conocemos. En política, reza el dicho, no se gana ni se pierde, se explica. Desde hoy, una vez que quienes se la jugaron por refutar la propuesta de la nueva Constitución terminen de sonreír, tendrán que empezar a cumplir su palabra e iniciar un nuevo proceso. Y los que apostaron por el trabajo de los constituyentes, tendrán que terminar de lamer sus heridas y rearmarse para construir algo distinto, que –como dijo Lagos y reconoció anoche el mismo Boric- realmente una al país.

Porque además hay que ser claros. Esto no fue un triunfo de la derecha. Esto fue una derrota del gobierno y de la Convención Constituyente. Porque la oposición más bien se instaló en palco a ver cómo los autogoles eran cada vez más recurrentes y la soberbia, el mesianismo, les pasó la cuenta. Tanto, que ni los propios errores bochornosos de Chile Vamos, con sus personajes icónicos como Gonzalo De la Carrera, impactaron en algo un resultado aplastante.

Esto es, insisto, una derrota del Ejecutivo, que quedó inmovilizado a la espera de este plebiscito, sin ponerse los pantalones en temáticas que para la ciudadanía son sensibles, como la seguridad ciudadana y la delincuencia. Paralizado además respecto de sus propios equipos, estirando el chicle del cambio de gabinete, pese a los errores constantes de Izkia Siches y de otros, como Giorgio Jackson en algunos casos. Un gobierno estancado ante las dificultades económicas y el alza inflacionaria que toca los bolsillos de aquellos a los cuales el Ejecutivo quería convocar.

Y para qué hablar del salvavidas de plomo en el que se ha convertido, reiteradamente el PC y su presidente, Guillermo Teillier, cuyo último “aporte” fue llamar a la defensa del Apruebo en las calles. ¿Qué logró con aquello? En las avenidas, anoche, se escuchaba “el que no salta, es comunista”, en una especie de deja vu a otros momentos de nuestra historia, de la cual no debiéramos estar para nada orgullosos.

Es una derrota también de la Convención, que se contagió de esa soberbia y, dado que había una mayoría determinada, fueron incapaces de construir una propuesta consensuada y moderada, que pudiera convocar al Chile de a pie, el que no milita, el que quiere un mejor país, pero no se atreve –como ha sido tradicionalmente nuestra nación- a un cambio radical y de un mazazo. Eso jamás ha funcionado en esta angosta y larga franja de tierra. Y tampoco lo hizo ahora. Los disfraces, las mentiras de Rodrigo Rojas Vade, las peleas intestinas entre unos y otros llevaron a lo que pasó ayer.

Habrá que esperar unos días todavía para entender cómo el 80% de los chilenos que votó por construir una nueva Constitución hoy se da vuelta y termina, con un porcentaje un poco más bajo, pero similar, rechazando el trabajo realizado. Con esta retroexcavadora brutal, la izquierda queda en un pésimo pie para negociar un nuevo proceso y la derecha, pese a no ser ni por si acaso la responsable del triunfo del Rechazo, se instalará desde el 60% del apoyo ciudadano con una soberbia que ya se pudo ver con la sonrisa de oreja a oreja de José Antonio Kast, que –pese a estar más escondido que Alf en la campaña- salió a decir que está feliz de que “millones de chilenos” le hayan “cerrado la puerta” al proceso constituyente.

Más allá de la hipocresía de una derecha que solo se sentó a esperar, aprovechando el respaldo de parte de la centroizquierda, lo poco jugado de la izquierda en la campaña y los autogoles del propio gobierno, el trabalenguas es quizás más complejo de lo que cabe en estas líneas. Aquí no hay un triunfo del país ni de la derecha, sino una derrota de la izquierda y del país, que seguirá en un proceso constituyente por un buen rato todavía.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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