La cueca que no fue

18 de Septiembre 2022 Columnas

La imagen del Presidente Gabriel Boric bailando su primer pie de cueca con la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, contento y con energía, contrasta fuertemente con el congelamiento de las conversaciones para lograr un acuerdo en torno al proceso constituyente.

La recién asumida ministra del Interior, Carolina Tohá, ha realizado un impecable trabajo en estos primeros días como jefa de gabinete, incluso calmando los ánimos tras el fallido anuncio de su par de la Segegob, Camila Vallejos, quien fue mucho más allá de las declaraciones que habían emitido poco antes los presidentes del Senado y la Cámara, Álvaro Elizalde y Raúl Soto, respecto de un supuesto pacto para una nueva propuesta de Carta Fundamental. Aquello generó un movimiento telúrico importante tanto con la derecha como con el centro, pues se trató de un piquero en una piscina que no tenía agua y que, en vez de aportar, enturbió cualquier posibilidad de que saliera humo blanco antes de las Fiestas Patrias, esperanza que la propia Tohá había manifestado: “A mí me gustaría bailar cueca con el acuerdo cerrado. Creo que la Patria lo merece”.

Pero los tiempos políticos no son iguales en todos los sectores y la posición desde la cual se plantean los distintos grupos, tampoco. Y cualquier paso en falso en este momento hace que la posibilidad de pactar una salida política penda de un hilo. Uno que la ministra vocera estiró demasiado al adelantar que dentro del pacto estaba el que el órgano fuera “paritario, electo, donde pueda participar un comité de expertos acompañando el proceso porque puede ayudar significativamente y con la participación de los mundos que se han puesto sobre la mesa, como mundo independiente, los pueblos originarios, más allá de las fórmulas”.

Aquello sepultó la intención de la titular de Interior de bailar cueca con un acuerdo zanjado. Y motivó que, tanto en la derecha como en el centro, surgieran voces manifestando molestia y pidiendo que el gobierno se mantenga al margen de las negociaciones. “Yo creo que la vocera se equivocó, porque no fue parte de las conversaciones y no se ha materializado todavía ningún acuerdo, ese proceso está en desarrollo, está en construcción”, dijo duramente la DC Ximena Rincón.

Solo minutos después vino la pataleta en colores de Chile Vamos. “Consideramos lamentables las declaraciones de ministros del Gobierno y personeros del oficialismo que buscan precipitar resultados, poniendo en riesgo las conversaciones y acuerdos en marcha. No aceptamos que pretendan imponer un curso de acción y mucho menos torcer mezquinamente las conversaciones en marcha”, afirmaron en un comunicado.

Además, aclararon un punto que no es menor: a diferencia del oficialismo, la oposición no tiene ningún apuro en este tema. Tal como sucede en los partidos de fútbol, cuando un equipo va ganando cómodamente y se dedica solo a hacer tiempo el resto del encuentro, hoy en Chile Vamos creen que no necesitan apresurarse, pues tras la abrumadora mayoría que desechó la propuesta de nueva Constitución el pasado 4 de septiembre, se sienten como el equipo que va ganando el partido.

Pero aquello implica hacer una lectura errada de lo que sucedió en el plebiscito. Aquí no hubo ningún sector político tradicional que ganara nada. Se trató más bien de la ciudadanía, del famoso “pueblo”, que –así como viene actuando de manera inorgánica pero muy clara desde el estallido social- no confió en el trabajo hecho por la Convención. Eso no quiere decir que sí tengan fe en los sectores políticos tradicionales y que alguno de ellos –sea la centroizquierda o la derecha- pueda arrogarse la representación de este 60% que rechazó, actuando como triunfadores e incluso dando portazos como la negativa de Chile Vamos a participar de la segunda reunión agendada, el pasado jueves.

Por el contrario, todos los actores políticos están hace varios años en la UCI respecto de la fe ciudadana. De hecho, en la última encuesta CEP, de junio pasado, los partidos aparecen en el último lugar respecto de la confianza de los consultados, con apenas un 4% de las menciones, muy por debajo de cualquier otra institución.

En este escenario, tanto el gobierno como las distintas colectividades –y también los representantes del Congreso- deben actuar con mucho mayor cautela, sin hablar demás ni adelantar resultados inexistentes, pero tampoco dándoselas de novia difícil. Cualquiera de los actores que siga dando pasos en falso puede terminar echando nuevamente el proceso constitucional a la basura y, de paso, bailando la cueca solo.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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