Hablar de plata

13 de Mayo 2017 Columnas Noticias

Piñera, un poco aburrido por tanta pregunta acerca de su patrimonio, señaló que su madre le dijo que era de mal gusto hablar de plata. La frase me recordó a mi abuelo, porque siempre decía lo mismo. Y no es porque fuera rico. Por el contrario, era una persona de buen pasar, pero sin fortuna alguna. La cosa es que hoy, hablar de plata, es un deporte obligado. La mayoría, porque les falta. Unos pocos, porque les sobra.

Por otra parte, ahora sabemos más. Como para ciertos cargos es obligación declarar ingresos y patrimonio, sabemos quiénes son los alcaldes, parlamentarios y candidatos más ricos y más pobres. Todo por la sana trasparencia, se dice. Para saber si la gente que postula a cargos públicos tiene algún conflicto de interés, o prevenir que se haga rico usando su influencia. Pero también es cierto que, detrás de todo esto, hay un cierto morbo. Nos encanta saber cuánto tiene el otro y hacer rankings de todo tipo al respecto.

Más allá de aquello, la pregunta es si la riqueza o la pobreza determinan las posibilidades electorales de uno u otro candidato. Nada parece indicar que ello suceda. No lo es así en el mundo, tampoco en Chile. Pensemos solo en los presidentes. Aylwin, Lagos y Bachelet son personas que no tienen o tenían riqueza importante. Frei y Piñera, sí. Aunque este último, bastante más que el primero.

Tampoco creo que ser rico sea un activo para conseguir votos. Lo que sí importa, es que sean personas que han hecho cosas importantes en sus vidas, pero sabemos, muchas de ellas no generan riqueza. Lo que está en juego entonces es la capacidad de llevar adelante proyectos, más que la capacidad de generar riqueza. 
Piñera declaró esta semana un patrimonio de 600 millones de dólares. Algunos dicen que aquello no es real, porque su fortuna alcanza a 2.400 millones, estimación realizada por la revista “Forbes”. Y aparecen las discusiones técnicas de cómo se mide la fortuna de cada cual. Pero, ¿qué importa? Ya sabíamos que era rico, muy rico. Son todas cifras que escapan al análisis cotidiano. Hablar más de aquello es de mal gusto. Y tampoco parece ser un tema relevante.

Es cierto que con esto, algunos sectores intentan revivir una suerte de lucha de clases, ricos versus pobres, pero la realidad prueba que aquello no prende. Claro, a nadie le gustan las platas mal habidas y las malas prácticas. Pero, descartado aquello, el resto no es un gran asunto. Está también el tema de la desigualdad, pero yo soy de los que siguen creyendo que el problema no es que unos tengan más que otros, como les gusta decir a algunos. El punto es que algunos tengan muy poco, al punto que les impide vivir dignamente. Eso es lo que hay que enfrentar. Para eso, no necesitamos ser todos iguales.

La prestigiosa economista, y experta en estos temas, Deirdre McCloskey, en su visita a Chile, lo expuso con claridad. “A mí no me importan los ricos; me preocupan los pobres”, dijo. Y tiene razón. Los ricos, ni cuántos yates tienen, no son la explicación de la pobreza, sino las malas políticas públicas que aplican aquellos que siempre andan hablando de platas.

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