Feliz Navidad, pero no para todos

25 de Diciembre 2022 Columnas

Hoy es una jornada especial. Para quienes son creyentes, es el día en el que nació Cristo. Para los que no, es un momento de compartir con la familia y ver a los niños y niñas sonrientes, con esos ojos enormes que abren cuando reciben sus regalos… Pero hoy faltan muchos, que no han podido celebrar, en lugares tan llenos de hollín, que el Viejito Pascuero ni siquiera pudo acercarse. O en albergues a los que la Navidad no llegó. No al menos como lo esperaban.

Esto no es azar. No es mala suerte. No por completo. Prácticamente todos los años, al llegar el verano a la V Región, he escrito una columna similar a esta. Porque la época estival es sinónimo de muchas cosas: Festival de Viña del Mar, playa y turistas. Pero también históricamente ha significado la aparición de una combinación terrorífica: altas temperaturas, viento y casas ubicadas en quebradas con pocos o nulos accesos, lo que termina en voraces e incontrolables incendios.

Y este año no fue la excepción. Podría literalmente copiar y pegar lo mismo que se escribió en 2013 -cuando se afectó a las zonas de Rodelillo y Placeres-; el 2014 -que llegó a gran parte de los cerros del puerto- o el 2019, que se produjo precisamente antes de Navidad. Igual que ahora.

El escenario se repite una y otra vez. Las mismas imágenes, el mismo miedo, los llantos y la rabia. Los niños tratando de mantener su inocencia e intentando entender qué significa “lo perdimos todo”. Los periodistas -sobre todo de TV- caminando entre los escombros, ojalá lo más cerca del humo o incluso el fuego, para lograr la mayor cantidad de testimonios posibles, muchas veces faltando a la ética y a la recomendación de no acercarse a personas que viven momentos de dolor muy íntimos y que están en extremo vulnerables.

También se reiteran las palabras, como un constante Déjà vu. Las explicaciones, que se escuchan casi como si pusieran música en modo loop. La falta de caminos para llegar a enfrentar el fuego a las quebradas, la basura, la carencia de agua. Y las promesas. Todas frases que han ido perdiendo peso y credibilidad de tanto ser manoseadas.

“No los dejaremos solos”, dijo el presidente Gabriel Boric el viernes, al visitar a los damnificados. Frase que ya ha dicho textualmente a propósito del alza desmedida de la inflación, de la crisis del turismo luego de la pandemia, y de la situación de los trabajadores por el cierre de la Fundición Ventanas.

No ha sido el único. Su antecesor, Sebastián Piñera, dijo lo mismo en varios momentos de su mandato. En su primer periodo, hace ya casi diez años, llegó en abril a Valparaíso para evaluar los daños de un incendio que dejó más de 300 damnificados. ¿Y adivine qué? Prometió a los vecinos que “no los dejaremos solos”.

Bachelet también lo dijo cuando Chiloé vivía la crisis por la marea roja; a propósito del terremoto del Norte Grande y también por la reconstrucción de Valparaíso en 2014. Y nuevamente en el puerto, luego del siniestro de 2017.

El problema es que -en la práctica- esa promesa y ese acompañamiento tanto de las autoridades nacionales como de los propios coterráneos dura solo unos días. Acaso algunas semanas. Luego se olvida y el mundo sigue girando hasta el siguiente verano y el correspondiente incendio. Muchas veces los vecinos deben iniciar la reconstrucción solos, para no estar dos o tres años esperando que el Estado cumpla lo pactado.

Pero lo que me parece más complejo es que todos los años repitamos las mismas noticias, las mismas columnas, los mismos daños y los mismos dolores. Considerando la experiencia reunida -que se esperaría evolucionara hacia una inteligencia acumulada-, no se entiende que no exista aún un plan de emergencia, que permita prever o al menos reaccionar más rápido y con mayor fuerza, de manera de no dejar que las llamas avancen y destruyan a los niveles que hemos visto en toda la región.

Claramente no se trata aquí de tener una bola mágica que pueda avisar cuándo un siniestro se va a descontrolar. Pero sí se puede utilizar la experiencia de bomberos, brigadistas, municipios y la misma ciudadanía para entender, por ejemplo, cuáles son las señales de alerta y cómo actuar en distintos escenarios.

Falta también que la promesa de los mandatarios realmente se cumpla. Entre otras cosas, con más recursos -considerando que a la región hace ya varios años se le ha recortado el presupuesto- de manera de contar con más aviones, helicópteros, limpieza de quebradas y ampliación de caminos.

La experiencia tiene que servir de algo. No solo para repetir la misma canción cada año. Y mucho menos en Navidad, donde los niños y niñas no merecen recibir de regalo miedo e incertidumbre.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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