Escombros de la Invasión Rusa

19 de Febrero 2023 Columnas

A un año de la invasión rusa a Ucrania la guerra de algún modo se ha normalizado: ya no ocupa los titulares de la prensa o de la televisión nacional como ocurrió en febrero de 2022. Algunas de las noticias que hemos visto en Chile han girado en torno a los avances o retrocesos de los bandos en conflicto, los bombardeos de Rusia sobre ciudades ucranianas, la nueva inseguridad geopolítica global, y los efectos económicos -también en Chile- del conflicto.

Con todo, hay un aspecto más profundo que nos muestra la guerra. Nos dice de qué madera está hecha la Rusia actual y en qué tipo de régimen ha devenido. Dicho con otras palabras, la guerra ha desenmascarado a Putin y lo ha desnudado. O bien, Putin se ha autodesenmascarado lanzando la primera guerra a gran escala en Europa desde la derrota de los ejércitos nazis en 1945. Las imágenes de charcos de sangre y cadáveres de civiles -que en total suman, según la ONU, más de 7000 víctimas- repartidos en las calles de Bucha, las fosas comunes en la misma localidad o en Isjum, los bloques de departamentos residenciales (en Kiev, Jarkov, Cherson, Dnipro etc.) atravesados por misiles o bien convertidos en cerros de escombros. Las imágenes de la ciudad de Marinka, completamente demolida y sin ninguna edificación en pie, nos retrotraen al fantasmagórico aspecto de Nagasaki e Hiroshima después del ataque con bombas atómicas en 1945. Todos estos sitios -en el futuro probablemente sitios de memoria– hablan en silencio el lenguaje de Vladimir Putin y  de la ideología que lo sustenta.

Rusia puertas adentro

Todo esto nos lleva a la pregunta por los motivos que llevaron a Putin al lanzamiento de una guerra criminal, guerra que -vale la pena hacer la distinción- contrasta con la “guerra justa”, es decir de defensa de su soberanía y libertad, en la que se encuentra empeñada Ucrania. El intento de invasión del país vecino, no debe opacar la evolución interna de Rusia en los últimos años: el recrudecimiento de la autocracia hacia la dictadura sin matices. Ahí están Nawalny, Skripal, Politkovskaya, las Pussy Riots, la ONG por los derechos humanos Memorial, y en general la oposición rusa. El hecho de los cientos de miles de jóvenes enviados al frente de batalla a morir como carne de cañón y la huida de Rusia de más de 250.000 rusos en la última ronda de movilización parcial en octubre de 2022 hablan por sí mismos. Para entender las ideas que rondan en las cabezas de los autócratas rusos hay que remontarse al traumático derrumbe de la Unión Soviética y al vacío y caos en la época postsoviética de Yeltsin. Ese vacío lo supo llenar Vladimir Putin con una ideología de progresiva exaltación nacional, que se presenta a sí misma como antítesis de la cultura postheróica occidental. El lema “Abajo con los valores occidentales, Rusia tiene su propio camino” resume el ideario.

Ideología del “mundo ruso”

Como bien señala el refrán, Putin enfatiza que no sólo defiende intereses propios, sino también valores propios. Esta cosmovisión del “mundo ruso” enfatiza la singularidad de la cultura rusa –la lengua, la religión, los valores–, siendo esta una originalidad tan profunda que no sólo se diferencia de la cultura occidental moderna, sino que se le opone. “Russki mir” es una ideología de la totalidad y de la alteridad de lo ruso, en la que confluyen las concepciones metafísicas de la autocracia y de la religiosidad ortodoxa rusa. En la óptica de la fundación Russki Mir (fundada en 2007),  Putin y sus ideólogos (Duguin etc.), “Occidente” sería una civilización decadente y por tanto despreciable. Este punto es central  para entender la invasión a Ucrania, puesto que parte del arsenal de justificaciones -contradictorias entre sí- para la guerra es que Rusia no sólo entiende que está combatiendo contra Ucrania y el “régimen nazi” ahí, sino que está en una batalla contra Occidente: en palabras de Putin contra el “satanismo” occidental. El “mundo ruso” sería, en cambio, una civilización inmaculada y pujante, cuya pretensión expansionista se fundamentaría en la idea de defender y unificar a las minorías rusas repartidas en diversos países. De ahí la aspiración a la constitución de un “santo rus” compuesto por Rusia, Bielorrusia y Ucrania.

Mientras Rusia siga intentando imponer su yugo en Ucrania a punta de misil, del frío y de la oscuridad, y del asesinato de población civil, Putin seguirá pavimentando el camino de autodesenmascarmiento y de autodesmontaje. Condenando a Rusia al vilipendio internacional. Salvo, claro está, por la ambigüedad oportunista de China, India, Turquía y recientemente Brasil. Un despropósito sin matiz: en vez de poner en alto el nombre, la supuesta bondad y superioridad del “mundo ruso”, lo ha dejado abajo. Muy abajo.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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