El trabajo intelectual

21 de Mayo 2021 Columnas

La presidenta de la Asociación de AFP, Alejandra Cox, en una entrevista sobre la necesidad de elevar la edad de jubilación en Chile, señala que: “Nicanor Parra trabajó hasta los 103 años”. En los últimos años, la jerga periodística ha acuñado una serie de términos bastante singulares tales como “error involuntario” o el que podríamos sacar a colación para la frase en cuestión: frase “poco afortunada”. Estas frasecitas son eufemismos “poco afortunados”, amaneramientos del lenguaje, juegos que violentan la realidad misma. Todo para evitar un lenguaje claro, preciso e iluminador. Tanto miedo a las palabras, cuando la realidad termina por estallarnos en la cara.

Meses antes del “estallido social”, ese inolvidable viernes de finales de octubre del 2019, se escucharon una seguidilla de estas frases así llamadas poco afortunadas. De muestra unos botones: “El que madrugue será ayudado, de manera que alguien que sale más temprano y toma el metro a las 7 de la mañana tiene la posibilidad de una tarifa más baja que la de hoy”. Otra joyita: “Para los románticos (…) que las flores han tenido un descenso en su precio: Así que los que quieran regalar flores en este mes, las flores han caído un 3,6%”. Y una guinda para la torta: “Los pacientes siempre quieren ir temprano a un consultorio, algunos de ellos, porque no solamente van a ver al médico, sino que es un elemento social, de reunión social”. Todas estas frases, en boca de ministros y personas que ostentan el poder, fueron dichas antes del estallido social. El estallido social abrió las compuertas de un malestar inconmensurable que se manifestó mediante una violencia radical, brutal y salvaje. Hay un antes y un después del estallido social. Por ese malestar es que uno esperaría que frases del tipo de la presidenta de la Asociación de AFP no se siguieran escuchando.

Se define “fortuna” como “que es feliz o tiene consecuencias positivas” y “que tiene fortuna”. Hablemos entonces de la fortuna o poca fortuna de la frasecita, aunque también deberíamos hacerlo de la fortuna de esta nueva jerga periodística. Se trata de un lenguaje lleno de cursilerías, “afeminado” (pido perdón a las feministas) y que pierde relación con su referente. La frase “Nicanor Parra trabajó hasta los 103 años” revela un total alejamiento de la realidad laboral del chileno medio y también de la naturaleza del trabajo del intelectual. No es lo mismo, pero es evidente que no es lo mismo, trabajar como pescador en la caleta y escribir poesía. Veamos algunos ejemplos. Franz Kafka, autor de la Metamorfosis y El Proceso, trabajaba todo el día como abogado en funciones administrativas. Pero por la tarde y por la noche “seguía trabajando”, cosa rara, en sus novelas y cuentos. Tenía dos “trabajos”, al parecer. Primo Levi, preso en un campo de concentración, luego de una agotadora jornada de “trabajo”, se las arreglaba para escribir algunas líneas que luego se convertirían en su ya clásico “Si esto es un hombre”. Voy al grano, la frase en cuestión no es poco afortunada, no es poco feliz. A las puertas de la muerte, el poeta Enrique Lihn decía que las palabras estaban viciadas y que “nada tiene que ver el dolor con el dolor”. Efectivamente, las palabras están viciadas y nada tiene que ver el trabajo del poeta con el de un empleado a sueldo. Y para terminar con el mismo Nicanor Parra y su poema Autorretrato: “Soy profesor en un liceo obscuro/ He perdido la voz haciendo clases/ (…) Aquí me tienen hoy/ Detrás de este mesón inconfortable/ Embrutecido por el sonsonete/ De las quinientas horas semanales”.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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