El país de los ciegos

11 de Julio 2019 Columnas

Ya van más de seis semanas de paralización de actividades en establecimientos educativos municipales en todo el país, movilización que año a año es reavivada por distintos movimientos sociales. Esta vez han sido los profesores y algunas universidades. Las demandas son diversas, pero todas apuntan a lo innegable: la profunda crisis de nuestro sistema educativo, que a su vez refleja grietas en otras de nuestras instituciones sociales. Los movimientos sociales no son los únicos destacando este hecho. La evidencia de la investigación científica en educación también lo muestra. Esto ha pasado a ser, lo queramos o no, parte de la historia contemporánea de la educación pública en Chile. Pero seguimos haciendo caso omiso a esto. No lo queremos ver.

¿Qué significa estar en crisis? Primero, la ley que ordena al sistema de educación, la LOCE, fue heredada de la última dictadura militar, tal como nuestra carta fundamental, la Constitución. Desde el retorno a la democracia solo se han hecho algunas modificaciones al primer documento. Asimismo, en este marco las brechas académicas entre estudiantes del sistema público, público subvencionado y privado, tanto en la educación básica como en la media, son reflejo de una desigual distribución de la riqueza, hecho apuntado a nosotros constantemente por organismos como la OECD. Las dictaduras, la historia marcada por la violencia y sus legados, que no ha cambiado en esencia, han destrozado la educación pública a través de distintas acciones. Con ello se ha roto la profesión docente, desvalorando a los profesores. Durante ese periodo se detuvieron y se destruyeron avances no solo en educación, sino que en el campo de la cultura en general y en las artes. Ya no hay audiencias. Tenemos un sistema de educación, a cargo de proporcionar el legado del país, y estamos tratando de hacerlo andar, pero está roto. Las medidas parches se irán agotando y volveremos a fallar si no hacemos un cambio radical.

Lo que muchos ven como incapacidad del gobierno y de autoridades de dar respuesta, es también responsabilidad de todos los que delegamos ese poder. Es por ello fundamental reflexionar acerca de a quienes hemos elegido, para hacerlos responsables de tomar decisiones y de tener voluntad política para hacer cambios sustanciales. Necesitamos de personas generosas y desinteresadas ¿Cumplen con estos requerimientos quienes están ahora? Nuestras añejas estructuras, a cargo de personas reales, no están permitiendo responder a los desafíos actuales de la globalización, de la sociedad del conocimiento y más fundamentalmente a la sustentabilidad de la sociedad. Para esto, la justicia social, que es la línea social de la sustentabilidad, y la equidad como parte de ella, deben ser urgentemente incorporadas en los nuevos diseños. Enseñemos a soñar el país que queremos, mirémonos, comuniquémonos. No hay mejor momento que el ahora para tener un futuro mejor. Canalicemos las energías de los movimientos sociales en pos de esa construcción.

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