El desfonde

15 de Noviembre 2020 Columnas

Era obvio que aprobar el primer retiro del 10% de las cotizaciones implicaría abrir las puertas al segundo, y es casi inevitable llegar al tercero. A un gobierno subyugado por la mayoría parlamentaria, no era inviable obligarlo a seguir aumentando el déficit y el endeudamiento para financiar transferencias, pero la oposición prefirió disponer de los ahorros previsionales por una razón muy simple: ello permitía lanzar un misil definitivo a la capitalización individual y a la industria de las AFP. Así, con este segundo retiro, cerca del 40% de la población quedará sin recursos en sus cuentas, es decir, el sistema estará ya al borde de la muerte, y esa es la explicación de la eufórica alegría de los parlamentarios que impulsaron esta iniciativa.

En los tiempos que corren, solo insinuar lo negativos que serán los efectos de todo esto en las futuras pensiones y en el mercado de capitales es hacer campaña del terror, por lo que no vale la pena ahondar en eso. Desde una perspectiva política, cada uno de los retiros de cotizaciones representa una victoria contundente para los que, desde siempre, han buscado dinamitar la columna vertebral del modelo económico y social consolidado en las últimas décadas. Que la niña símbolo de estos triunfos haya terminado siendo la diputada Pamela Jiles es solo un acto de mínima consistencia y justicia.

Lo increíble es que la mayoría de los parlamentarios de derecha también haya decidido ser parte de esta demolición. Con ello, no solo terminaron firmando el acta de defunción del sistema previsional, sino enterrando lo poco y nada que aún quedaba de la actual administración. Un gobierno que en el último año fue forzado a entregar en bandeja de plata la Constitución, el orden público y el régimen presidencial, que terminó contemplando impávido cómo la mayoría parapetada en el Congreso día a día va socavando sus atribuciones, ahora presencia como sus representantes se suman también a la fiesta de su inmolación.

El nuevo ministro del Interior no lleva una semana en el cargo y el equipo político quedó, de nuevo, fuera de combate. La desidia y la impericia del Ejecutivo en esta y otras áreas ha sido en verdad escalofriante, acompañada aquí con la ingenuidad de creer que, a estas alturas, aún tiene margen para negociar en paralelo una genuina reforma previsional.

En rigor, la oposición no tiene para qué negociar nada, si está obteniendo todo lo que quiere. Los sucesivos retiros del 10% al final van a dejar a la mayoría de los chilenos sin recursos propios para la vejez, es decir, completamente a merced de lo que el Estado pueda o no hacer el día de mañana en materia de pensiones. Para los opositores es, junto con el proceso constituyente, un triunfo de dimensiones escatológicas.

Y que el grueso de los parlamentarios de derecha terminara siendo un engranaje decisivo de todo este proceso es, también, de una ironía exultante.

Publicada en La Tercera.

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