El castigo

11 de Septiembre 2022 Columnas

Su convencimiento de que el triunfo del Rechazo fue un castigo hacia el gobierno, pues “perdimos votos por los cambios de relato, por no cumplir los compromisos y por subordinar la política a la tecnocracia liberal”, manifestó esta semana el alcalde de Recoleta y exprecandidato presidencial, Daniel Jadue.

En una porfía constante, el edil PC sigue mostrándose con un nivel de superioridad moral apabullante, obviando que fue el gran perdedor en las primarias de 2021 y que luego se ha convertido en una piedra en el zapato constante para Gabriel Boric. Además, transformándose en una especie de figura tragicómica, que encarna la postura de su partido, de instalarse con un pie en La Moneda y el otro supuestamente en la calle.

Pero al igual que el resto de todos nosotros, difícilmente Jadue puede saber a ciencia cierta cuáles fueron las razones –multifactoriales- por las que la ciudadanía rechazó la propuesta de nueva Constitución de manera muy masiva. Aquello tiene distintas lecturas, más allá de la mirada extremadamente trasnochada del edil, algunas de las cuales ya se han comenzado a analizar y otras que saldrán a la luz en el futuro.

Dentro de esas causas está, por cierto, el lenguaje. Porque precisamente el tipo de discurso en el que insiste el alcalde y que fue parte de la arenga del PC generó rechazo en parte de los votantes, mientras que para otros fueron palabras vacías con las que no se identificaban. La decisión continua de hablar con expresiones que a la ciudadanía no le hacen sentido, apelando a eslóganes propios de la guerra fría y conceptos como la “tecnocracia liberal”, no convocó al votante, porque simplemente no tiene ninguna relación con la realidad que vive. Aquello determinó que el Apruebo terminara convertido, en la práctica, en un voto de nicho.

En contraposición, el Rechazo fue capaz –por distintas vías, algunas más éticas que otras- de unir a representantes de gran parte del panorama político, desde la derecha a ultranza republicana hasta parte de la DC y algunos incluso del PPD y del PS. Aquello, a partir también de la utilización de conceptos que sí le hacían sentido al ciudadano de a pie, hablándole de temas concretos, fueran ciertos o no tanto: pensiones, salud, educación, seguridad, propiedad privada y crisis económica, por nombrar algunos. Lo que en el día a día el chileno vive. No de tecnocracia, liberalismo, plurinacionalidad u opresión, conceptos que para la élite intelectual son cercanos, pero no fuera de sus muros. Es interesante, en este sentido, echarle una mirada al trabajo hecho por Ciper, en el que entrevistaron a 120 personas de 12 comunas populares de Santiago, preguntándoles por qué votaron en contra del proyecto. Y las razones se repiten: vivienda propia (sin garantías), salud (todos a Fonasa), falta de libertad en educación, etc. Aunque aquello no estuviera contenido en el proyecto, sí estaba en sus cabezas en la soledad de la urna de votación.

El pueblo, ese grupo inorgánico e impredecible, optó entonces por lo que le generaba mayor seguridad y lo que se le aparecía como más claro. Y aquello estaba contenido en un discurso concreto, cercano a sus problemas diarios y más asible incluso que la propuesta de Constitución propiamente tal, a la que pocos accedieron en profundidad en un país con poca cultura lectora y escasa capacidad comprensiva.

Ahora será la clase política la que deberá ponerse de acuerdo nuevamente respecto de cómo sigue este proceso. Y, si algo aprendieron de lo sucedido, rápidamente debieran concretar puentes que permitan mostrarle a la ciudadanía unidad y claridad. Eso también corre para la derecha, pues si repite la fórmula de pasar la aplanadora, corre el riesgo de conseguir el mismo resultado.

Quien debe liderar el diálogo hoy es el Presidente. Y si no logra convocar a todos los sectores en pos de un proyecto nuevo, el triunfo del Rechazo será a Boric lo que el terremoto de 2010 o el estallido social de 2019 fueron para Sebastián Piñera. Todos escenarios inesperados que cambiaron la brújula y le consumieron por completo el periodo presidencial. Sus programas de gobierno, en tanto, terminaron envueltos en papel craft y probablemente guardados en su caja de recuerdos.

Hoy el Mandatario deberá mostrar que es el “jefazo”, manteniendo un espíritu dialogante y moderado, aun cuando Jadue insista en las críticas y el PC constantemente lo torpedee. Porque en su caso, está en una encrucijada: o pasará a la historia como el presidente que derrotó a la Constitución de Pinochet, o lo hará como el que quedó prisionero de un eterno proceso constituyente.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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