El acuerdo

24 de Abril 2022 Columnas

Por fin hubo acuerdo. En medio de la alta polarización política que vive Chile, graficada a diario tanto en medios de comunicación como en redes sociales, y como si fuera un regalo tardío de Pascua de Resurrección, hubo unidad en algo esta semana.

Y no fue ni el quinto retiro del 10%, ni la reforma previsional, ni ningún proyecto de ley. Fue la agresión sufrida por el Presidente Gabriel Boric, en su gira a Coquimbo, en la que un piedrazo dirigido a él impactó de lleno en el pecho de su jefe de gabinete, Matías Meza-Lopehandia. Tras ello, ocurrió lo impensado. Todo el mundo político se cuadró en torno a un concepto básico en democracia, aunque a ratos olvidado convenientemente: no a la violencia.

Lo cierto es que el piedrazo es solo una muestra más de un fenómeno que ya se ha convertido en habitual en nuestro país y en el que la élite no ha tenido una sola postura. La violencia se ha convertido en parte del paisaje.

Así, las largas notas televisivas al respecto han mutado ya casi en late shows. Los portonazos cada vez más violentos; las encerronas; los decomisos de armas que circulan como pan caliente –esta semana hubo detenidos en Villa Alemana, también en Playa Ancha, encontraron un camión transportando armamento y para qué seguir-, los atentados en La Araucanía (nueve ataques por estos días en solo 72 horas), son un componente del panorama noticioso diario.

Pero la violencia está asentada también en la política. Si antes los enfrentamientos eran verbales y generalmente instalados en el Congreso –aun cuando por ahí más de algún “honorable” terminó lanzando combos a su adversario-, hoy cruzan a toda la sociedad. La violencia como forma de lucha política volvió a convertirse en un tema de debate y quienes hoy dirigen el país han tenido posturas erráticas al respecto.

La violencia debiera ser condenada en cualquiera de sus formas. Pero eso no lo tenemos claro y las posiciones a favor y en contra logran encontrar fundamentos de peso para sostener cualquier versión. Sobre todo, cuando la temática vuelve a salir a la luz cada cierto tanto: cuando José Antonio Kast fue agredido en una universidad; cuando las barricadas y los enfrentamientos con carabineros eran puestos en relieve para el 19-0; cuando la ministra del Interior fue recibida con balazos al aire en una visita a La Araucanía o cuando el Presidente de la República es atacado.

Lo más complejo es que se trata de un fenómeno que data ya de hace varios años. De hecho, haciendo una revisión de las columnas redactadas para este diario desde 2016, al menos una vez cada 365 días he escrito sobre esta situación, con distintas aristas, pero siempre con un mismo fondo: no hay acuerdo respecto de la violencia de ningún tipo. Y seguimos con hechos de fuerza que aumentan constantemente. Repetimos los mismos análisis y quedamos tranquilos con aquello. Hasta el siguiente noticiero.

El sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, introdujo el concepto del “triángulo de la violencia” para explicar la dinámica de este fenómeno, en este caso referido a los conflictos sociales. Según él, la violencia es como un iceberg en el que lo que vemos es solo una pequeña parte de la crisis y para solucionarlo se requiere actuar de manera sistémica, abordando lo evidente, pero también las estructuras de fondo que no permiten la satisfacción de necesidades y la violencia cultural, que crea un marco legitimador de la fuerza.

Y ahí está el problema. Porque hasta ahora, la discusión sobre cómo abordar estos hechos se concentra solo en lo evidente. Se detiene al delincuente, se reprime al violentista, se aprehende al autor del piedrazo o se le baja el perfil al auto que –estratégicamente puesto- se incendia frente a la comitiva de la ministra. Pero respecto de las otras dos aristas no hay consenso ni estrategia: la desigualdad sigue siendo un problema sin solución y la violencia sigue siendo defendida como método de lucha política y social. En plena –aunque imperfecta- democracia.

Hace justo un año, a raíz coletazos del estallido, el entonces presidente de la Corte Suprema, Guillermo Silva, dijo que “lo que hace falta en este país, es que, de una vez por todas, todos los sectores condenen la violencia y la condenen en forma categórica y no con medias tintas”. Y es cierto. No se puede reprobar estas acciones solo cuando conviene. Pero también es requisito para avanzar el que exista una estrategia, compartida por todos, respecto de cómo enfrentar el fondo del iceberg. El acuerdo debe ser más amplio, duradero y profundo que el alcanzado tras el piedrazo presidencial.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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