Del día del trabajador al día del computador

3 de Mayo 2020 Columnas

El pasado 1 de mayo debe haber sido uno de los más particulares de nuestra historia reciente. En el caso chileno, cuando a comienzos de este año revisamos el calendario y vimos con emoción que calzaba con un viernes, nunca imaginamos que actualmente la diferencia entre un viernes y jueves es casi la misma que la de un martes y miércoles. Los lunes, en tanto, jamás pierden su “desencanto”.

Seguramente usted ya lo ha pensado, pero muchos de los que tenemos la suerte de ser asalariados y no tenemos que sufrir el drama de tener que salir a buscar cómo sobrevivir día a día, nos vemos enfrentados, por contrapartida, a otro problema: la posibilidad de que las empresas o instituciones en las que trabajamos consideren que somos prescindibles y que seamos reemplazados por un computador. Una máquina que no se estresa, que no pierde tiempo mandando memes ni se queja de las condiciones laborales. Ya el “estallido social” dio una señal a muchas empresas, que hoy pueden hacerlo, de que no sería una mala idea reemplazar a sus trabajadores por robots que no tienen necesidades ni interés de marchar por sus derechos.

El tema de la inteligencia artificial se cierne sobre nosotros como una amenaza fantasma y debe ser, junto con la sequía, una de las problemáticas más importantes respecto de las cuales debemos poner atención, porque transformarán el mundo laboral de una forma que solo hemos visto en las películas de ciencia ficción.

Basta que pensemos en el problema que existe actualmente con la edad de jubilación y el sistema de pensiones para comenzar a aquilatar lo que se nos viene por delante. Cuando se pensó en las edades de jubilación, se hizo imaginando en un promedio de vida muy distinto al que tenemos ahora. Lo mismo ocurre con las pensiones. No hay sistema económico que pueda mantener a un gran porcentaje de la población que ha dejado de producir.

Imaginemos entonces qué va a ocurrir cuando a esa masa que está desocupada por su edad, agreguemos a todas aquellas personas que desempeñaban trabajos menos cualificados, cuando queden sin trabajo por los robots.

 De hecho, ya hay estudios y sitios que pronostican si nuestra labor podrá ser reemplazada en el futuro por una máquina y, si observamos con atención, en el día a día, vemos cómo esto avanza de manera silenciosa. Vaya a un supermercado y verá cómo la mitad de las cajas son ahora computadores. Trate de pedir ayuda a la empresa que le suministra el cable o internet y verá cómo todas las respuestas se las dará un computador. Hace tiempo, ocurre lo mismo en los estacionamientos con máquinas que, sin sentirlo, nos desean un buen día, para ayudarnos a sobrellevar este cambio. Un último ejemplo: en este momento, un robot aspira mi casa, mientras escribo esta columna. La pandemia, en ese sentido, ha sido un acelerador en este proceso. Vea cómo han aumentado los servicios automatizados en municipalidades, bancos, tiendas, etc.

Aquí es donde entra a jugar un rol fundamental la educación. Si la seguimos viendo como “un servicio”, si seguimos considerando al colegio como un proveedor de gramática o matemáticas ,como que fueran kilos de papas, tal como ha aparecido en algunas cartas a los diarios, estamos perdidos. En cambio, si comenzamos a preocuparnos de un desarrollo integral de la persona podremos dar la pelea. En el futuro, los profesionales con menor capacidad de formación serán las primeras víctimas de este proceso.

Un reportaje del diario El Mundo sobre este tema, insistía sobre este punto: “Habilidades como la creatividad, la inteligencia emocional y la flexibilidad cognitiva permitirán explotar el potencial humano y a las personas mejorar a los robots en vez de ser sustituido por ellos”.

El próximo año, cuando volvamos a la realidad o a la “normalidad”, revisaremos el calendario y nos daremos cuenta, con pesar, que el 1 de mayo será sábado y, nuevamente, no podremos aprovecharlo, por lo menos hasta el 2023 ¿Qué será de nosotros para esa fecha? Nadie lo sabe.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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