De pataletas y soledad

30 de Octubre 2021 Columnas

Expectación generó esta semana la citación a la prensa por parte del candidato de Chile Podemos Más, Sebastián Sichel, quien organizó una conferencia en un horario clave, al inicio de los noticieros de televisión, sin dar detalles de qué hablaría y acompañado solo por sus colaboradores más cercanos, sin ningún dirigente de los partidos que supuestamente lo sustentan.

Se previó que sería un anuncio importante, dada la premura de la convocatoria y el momento. No faltaron quienes advirtieron que –dado lo duras que han sido las últimas semanas para el abanderado- este podría presentar su renuncia a la candidatura, lo que rápidamente fue descartado: no daban los tiempos legales para aquello, pues incluso de ser cierto, a estas alturas su nombre no podría ser sacado de la papeleta.

Finalmente, lo que hizo el candidato fue intentar generar un remezón en su coalición, en momentos en que varios diputados de la UDI –al menos cuatro, esta semana- se estaban descolgando y respaldando públicamente a su contendor del Partido Republicano, José Antonio Kast. Y aquello era solamente la punta del iceberg: en RN también algunos, de manera más privada, tienen la misma intención.

Entonces, Sichel intentó dar una muestra de fuerza sobre la coalición y dejó en libertad de acción a las colectividades. “Siempre creí que un independiente podría ser parte de una coalición de partidos, pero pucha que ha sido difícil”, manifestó junto con fustigar a quienes se han salido del “compromiso democrático” tomado tras las primarias y advertir que los parlamentarios que han decidido respaldar a Kast “solo apoyaban este proyecto colectivo por conveniencia”.

Las lecturas tras esta decisión de Sichel pueden ser diversas. Una de ellas apunta a que el abanderado intentó efectivamente salir al paso de los descuelgues y demostrar independencia frente a las tiendas políticas. “Soy un candidato independiente, no necesito a los partidos”, parece decir. Pero en la realidad, otro análisis podría ser que lo que termina haciendo es una especie de capitulación, en la que entrega en bandeja la posibilidad de que las colectividades respalden al candidato más fuerte, que –al menos a partir de las encuestas- pareciera ser Kast.

Aun cuando tanto RN como la UDI –además de Evopoli- se cuadraron detrás de Sichel, al menos públicamente, lo cierto es que la molestia del abanderado alcanzó ribetes casi infantiles: incluso –consignó la prensa- se salió del Whatsapp que compartía con los presidentes de los partidos. Y luego, evitó manifestarse a favor del candidato republicano en caso de que este sea el que pase a segunda vuelta, lo que inmediatamente fue aprovechado por Kast para mostrar una señal de unidad: “Si él pasa a segunda vuelta, va a requerir de las personas que votaron por nosotros para poder ganar”, sentenció, junto con entregar desde ya su respaldo en caso de que sea el exministro quien vaya al balotaje.

Lo cierto es que la estrategia del llanero solitario pudo haberle funcionado a Sichel para la primaria, pero no servirá para la presidencial. Por un lado, porque efectivamente –como apuntó Kast- ambos requerirán el respaldo del otro en una eventual segunda vuelta, pero también porque parte relevante de la campaña tiene que ver con la gobernabilidad que puede prometer este candidato “outsider”. Por el contrario, lo que termina demostrando con esta pataleta –y con otras, como cuando amenazó con no respaldar a quienes apoyaran el cuarto retiro- es que no se la puede con los partidos y que en un posible gobierno suyo la gobernabilidad puede ser un bien escaso. Finalmente, se trata de una ruptura con los partidos que –en realidad- nunca estuvieron muy convencidos de apoyarlo.

En la vereda contraria, Kast inteligentemente empieza a mostrar apertura, abriéndose incluso a hacer cambios en su programa, de manera de exhibir –al menos en apariencia- su voluntad de incluir a más en su proyecto. No cierra la puerta, sino que la abre.

Esta semana Sichel participó de una entrevista en la Universidad Adolfo Ibáñez. Allí advirtió que si gana uno de los extremos –léase el líder republicano o Gabriel Boric-, “va a ser un choque de trenes tremendo”. Sin embargo, a la luz de sus últimas acciones, si efectivamente su condición de centro permitía pensar que se podría evitar esa colisión, queda la duda si –de ser electo- tendrá con quién gobernar o, al menos, con quién “chocar”. Esta semana, sin quererlo, terminó renunciando a liderar la coalición y demostró que está más solo que nunca en esta campaña.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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