Cita a ciegas

27 de Mayo 2017 Columnas Noticias

Lo de Guillier me recuerda esas citas a ciegas que resultan mal. Aquellas en las que uno o ambos, al poco rato, lo único que espera es que termine pronto. Que ojalá nadie quiera postre, para pedir la cuenta rápido. En fin, donde perdida la ilusión, uno sueña con haberse quedado en la casa, un panorama que sonaba aburrido, pero que ahora se ve como la salvación.

Para la Nueva Mayoría, Guillier fue eso. Como no tenían con quien salir, lo compraron por popular, carismático y simpático. A lo mejor repetimos lo de Bachelet, pensaron. Claro, en su primer gobierno, a ella tampoco la conocían, pero resultó siendo la mejor cita a ciegas de la historia política. Entonces, ¿por qué no apostar otra vez? Y se equivocaron. Hoy nadie parece contento y lo mejor que puede pasar es que esto se acabe rápido.

¿Quién decepcionó a quién en este cuento? Da la impresión de que el sentimiento es mutuo. Por el lado de los partidos, es claro que compraron algo que no existe. Bastó que lo fueran a buscar para que dejara de ser popular. En las encuestas de enero estaba a un punto de Piñera, hoy está a diez. Se desinfló. Pero eso no es todo. El candidato ha sido errático, no ha podido armar equipos y muestra cero interés y liderazgo sobre los problemas del sector.

Pero Guillier tampoco parece contento. Estamos en el aperitivo de la cita y aparece como lo contrario a un candidato ganador. Se ve incómodo, cansado, ojeroso, sin chispa. Casi aburrido y arrepentido.

De ahí que su ánimo no sea el mejor. Se enoja en las entrevistas y no duda en pelearse con sus contrincantes más cercanos: Goic y Sánchez. Aquellos que se supone tienen los votos que necesita, si es que consigue pasar a la segunda vuelta. Si es que lo consigue, porque el fantasma de que no lo logre ya está instalado. Pero también otro peor: que el candidato tire la toalla antes de agosto y no llegue hasta el final. Como sea, lo cierto es que, hasta ahora, la cita está resultado un desastre. Ambas partes se muestran cada día más decepcionadas, casi acachadas.

Este ambiente de decepción mutua se palpa por todos lados. El coqueteo terminó hace rato. Luego vino la indiferencia y hoy estamos en plena etapa del ninguneo. Primero en privado, pero ahora es público. No hay día donde alguno de sus socios no le refriega su falta de liderazgo y convicción. Y el hombre no se achica y contesta con dureza, como cuando dijo que su pega no es estar alineando a los partidos. En fin, se nota que es una pareja mal avenida.

Y entonces, comienza la cacería de brujas. Hay que buscar al culpable. En defensa del candidato, hay que decir que no es fácil representar un proyecto fracasado y dividido. Pero, aparte de eso, no cabe duda que Guillier es el responsable principal de todo esto. Aceptó un desafío que sabía le quedaba grande. Eso queda claro cada día que pasa. Y todos saben que van a perder. Ahora la pregunta es si es primera o segunda vuelta. O si esto se acaba sin postre; es decir antes de que termine la carrera presidencial. Esto último sería catastrófico para el sector, pero, como van las cosas, tampoco suena tan raro. El desastre ya está instalado.

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