¿Chile está polarizado?

28 de Noviembre 2021 Columnas

El día del plebiscito, el 25 de octubre de 2020, el país parecía haber cambiado después del estallido y haber tomado un rumbo hacia un modelo de sociedad distinto al que existía. Los mismos que hoy desprecian a quienes votaron por José Antonio Kast, en ese entonces, con un 78,27% a favor del Apruebo, celebraban lo que consideraban era una fiesta de la democracia. El 21,73% del Rechazo, “atrincherado” en tres comunas, en tanto, figuraba como un reflejo de lo desconectada que estaba la elite del resto del país. Las burlas, los memes contra el Rechazo hacían explotar las redes sociales y la aplanadora pasó por encima de ese pequeño grupo que parecía no entender hacia dónde iba el nuevo Chile.

Apenas un año después, quién lo diría, fue el candidato de la extrema derecha, uno de los pocos defensores del Rechazo, quien obtuvo la primera mayoría en las elecciones presidenciales del domingo pasado. Aquellos que antes se mofaban y festinaban con el resultado del plebiscito eran incapaces de comprender qué había sucedido. Ahora, era que no, eran los partidarios de Kast los que festinaban con Boric y su inesperada derrota.

A partir de estas tensiones, volvió a repetirse esa afirmación de que Chile está cada vez más polarizado. Si uno juzgara a partir de las redes sociales, no cabe la menor duda de que así es. Pero la opinión de Twitter, bien lo sabe Jani Dueñas, está lejos de representar a la mayoría de los chilenos.

En un análisis un poco más fino, la verdad es que cuesta sostener esta hipótesis de la polarización cuando las cifras del SERVEL indican que en esta elección votaron menos de la mitad de los chilenos. Si este dato no es suficiente, hay que precisar que los dos candidatos de los extremos que pasaron a segunda vuelta, se llevaron solo el 54% de las preferencias de aquellos que ese día fueron para votar. Si observamos el panorama completo, en la suma y resta, del total de los electores (aproximadamente 15 millones), Kast y Boric se llevaron apenas el 25% de los votos.

Algo similar ocurrió en el parlamento, donde las fuerzas quedaron divididas, lo que es muy bueno independiente de quién sea ganador, ya que permitirá afrontar el próximo periodo presidencial con un freno regulador. Con una cámara alta que estará obligada a hacer algo esencial en la política, pero que hoy en día pareciera estar olvidado: negociar y acercar posiciones hasta llegar a un acuerdo.

Si queremos buscar un ejemplo de polarización, habría que remontarse a las elecciones de 1999, cuando entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín se repartieron el 95,47% de los votos en una época en que las elecciones todavía eran obligatorias y en las que la abstención alcanzó apenas el 10%.

Un buen ejemplo para reflexionar respecto a los niveles de abstención que existen en la actualidad con el voto voluntario y preguntarnos por la necesidad de cambiar la medida o bien buscar nuevas fórmulas que, sin obligar, incentiven la participación. Un ejemplo podría ser el de Estados Unidos y cambiar la elección para un día laboral. Aunque algunos apuestan por que las clases de educación cívica aumentarían la participación, yo no soy tan optimista. Bajo esa lógica, las clases de educación física incrementarían el deseo de los estudiantes por hacer deporte y ya sabemos que los índices de obesidad indican lo contrario. En definitiva, lo primero que necesitamos es saber de manera científica por qué hay un porcentaje que no vota.

Finalmente, y retomando el tema de la supuesta polarización, la mejor noticia de estas elecciones es que en el actual escenario, la segunda vuelta la va a ganar el candidato que sea capaz de alejarse del polo para acercarse al centro, justamente, porque no estamos tan polarizados como creemos. En ese escenario, encaminado hacia el término medio, no gana un bando, ganamos todos.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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