Censo

26 de Abril 2017 Columnas Noticias

Escribo esta columna a pocas horas de haber sido censado. Temprano en la mañana del miércoles 19 de abril, la censista comenzó a hacerme las preguntas de rigor, recordándome los dos censos anteriores en los que había participado: 1992 y 2002. Porque lo cierto es que en 2012 nunca nadie pasó por mi casa y, de hecho, el que supuestamente iba a ser el “mejor censo” hasta entonces realizado difícilmente vaya a ocupar un lugar destacado en las páginas de la historia política del país.

El censo ha formado parte de la historia de Chile desde, al menos, mediados del siglo XIX; hubo anteriores, pero no fue sino a partir del de 1854 que, según estudios de Francisca Rengifo y Andrés Estefane, la información recabada comenzó a ser sistemáticamente utilizada por el Estado. La creación de una Oficina de Estadísticas en 1843 —regulada por ley en 1847 — fue un paso decisivo hacia la profesionalización de una actividad que hasta entonces, era rudimentariamente llevada a cabo por estructuras estatales poco organizadas.

En efecto, el censo está íntimamente ligado a la creación de los Estados nacionales (no es coincidencia que el mejor capítulo del libro de Benedict Anderson sobre el nacionalismo esté dedicado a instituciones como los censos, los mapas y los museos), permitiendo conocer el número de habitantes de un territorio soberano y limitado, así como diseñar políticas públicas de largo aliento.

El papel de los censistas nunca ha sido fácil, tanto en Chile como en otras regiones del continente (basta recordar el pasaje de La guerra del fin del mundo en el que Mario Vargas Llosa narra las dificultades del Estado brasileño para censar a la comunidad de Canudos). Y no ha sido fácil por lo que señalábamos arriba: para conocer a su población el Estado debe tener un aparato burocrático bien entrenado, generalmente en instituciones públicas donde se valora la importancia de la estadística. Para que en Chile ello fuera posible, el Estado tuvo que negociar una y otra vez con comunidades locales y grupos de interés, no siempre dados a entregar información a personas cuya principal característica era el anonimato.

Hoy, el censo es realizado en un día y por voluntarios que no necesariamente pertenecen a la burocracia estatal. Que ello sea así no le quita, empero, su connotación republicana. El Estado se hace presente a través de sus redes organizativas, y es el Instituto Nacional de Estadísticas el que analiza y procesa la información. El del miércoles 19 podrá haber tenido fallas en sus preguntas, pero nadie puede dudar de la importancia de este tipo de instancias. Es de esperar que hayamos aprendido la lección y que el de 2022 sea, ahora sí, el mejor de nuestra historia.

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