A un año del 18 de octubre

19 de Octubre 2020 Columnas

Transcurridos 365 días del 18 de octubre, desde el punto de vista de la historia, una de las lecciones más relevantes que nos deja este acontecimiento es la dificultad para poder llegar a un acuerdo respecto de cuáles fueron las razones que provocaron ese “estallido social” y sus consecuencias.

Si nada de esto hubiera pasado, esta columna versaría sobre el día del profesor, la pandemia, las elecciones en Estados Unidos o Bolivia. Pero el curso de la historia quiso otra cosa y la historia de nuestro país, ahora ya después de un año, podemos decirlo con certeza, cambió desde ese viernes.

Las sensaciones son distintas. Mientras para algunos, se ha iniciado un proceso de decadencia y la pérdida del rumbo, para otros, en cambio, lo ocurrido es una revolución que avanza en forma providencial, como lo planteaba Alexis de Tocqueville, hacia el desarrollo gradual de una igualdad de condiciones: “Cada día escapa a la potestad humana, todos los acontecimientos, como todos los hombres sirven a su desarrollo”, decía en su famoso libro “La Democracia en América”.

A partir de esta falta de acuerdos, resulta difícil escribir una columna que no resulte partidista. Un texto lleno de datos y citas que permitan, bajo algún tipo de falacia, encubrir los sentimientos particulares que tengo respecto de esta fecha.

Esto, porque el rol que se espera de quienes ejercemos el oficio de la historia, entendida como ciencia, es de abstraernos de esa experiencia particular y tratar, con una pretensión de objetividad, de considerar el mayor número de variables que están detrás de un fenómeno como el acontecido hace un año.

A pesar de esto, y tal como lo presenta Lynn Hutt en el libro “¿Por qué importa la Historia?”, “las interpretaciones históricas son construcciones por naturaleza frágiles, siempre sujetas a nuevos descubrimientos y a nuevas nociones de aquello en lo que consiste la exhaustividad”.

En esta línea, el paso del tiempo, la revelación de nuevos datos permitirán ir conformando un nuevo mapa de lo ocurrido ese 18 de octubre. No obstante, y como una corriente que va en contra de este flujo informativo, aparece la memoria particular como una testigo fundamental, pero también poco fiable. Nuestro cerebro discrimina los recuerdos y muchas veces estos se van adaptando de manera progresiva al curso que toman los hechos. A modo de ejemplo, intente recordar el 18 de octubre, recurriendo solo a su memoria y luego revise los correos, mensajes de whatsapp y noticias e identifique la brecha entre lo que recordamos y lo que vivimos, una distancia que se agiganta cuando uno comienza a compartir los recuerdos de lo ocurrido con otros.

La tarea de los historiadores que quieran historiar este hecho es enorme por la cantidad de fuentes que existen sobre el 18 de octubre. Aun cuando algunos quieran apurar el tranco para aprovechar el momento y las ventas, quienes de verdad busquen una respuesta a qué fue lo que sucedió tendrán que esperar todavía algún tiempo, lo que no quiere decir que sean capaces de llegar a una respuesta común.

Retomando a la historiadora Hutt: “Las discusiones y debates son vitales porque permiten el movimiento de la definición de la exhaustividad y estimulan a quienes estudian la historia a seguir poniendo al descubierto hechos que cambiarán las interpretaciones del pasado”.

Mientras tanto, a una semana del plebiscito constituyente, como hijo reconocido de aquel 18 de octubre, este domingo es una buena oportunidad para conversar sobre todo lo que ha ocurrido, pandemia incluida, no desde la razón que se atrinchera detrás de sus argumentos ideológicos para ganar una discusión, sino desde la empatía y el interés honesto de querer tratar de entender qué nos pasó, asumiendo que, en la medida que aceptemos lo sucedido, podremos ser capaces de enfrentar mejor el futuro.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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