A menos de 100 días del apruebo o rechazo

29 de Mayo 2022 Columnas

Por distintas razones, 1925 fue un año clave para Chile. En el mes de abril, el presidente Arturo Alessandri convocó a una comisión de expertos para que redactara un proyecto de constitución que, de aprobarse en un plebiscito, reemplazaría al texto de 1833. Sin embargo, no era el único gran cambio que quería realizar. Antes de que se entregara el texto final y ante la urgencia de mejorar el déficit económico, llegó al país la comisión Kemmerer.

¿De qué se trataba? El presidente, preocupado por la situación económica del país, aprovechó el prestigio internacional del profesor de la Universidad de Princeton, Edwin Kemmerer, para solicitar su ayuda a través de una visita internacional. El objetivo, como se hizo en otros países, era que un grupo de expertos hiciera un análisis acabado de las deficiencias del sistema económico chileno y, a partir de este diagnóstico, propusiera algunas medidas para modernizar el Estado e impulsar la economía.

Antes de que la misión pudiera terminar su informe, más específicamente, el 30 de agosto de 1925, el noventa por ciento de quienes fueron a votar ese día en el plebiscito por la nueva Constitución, optaron por la cédula roja, lo que implicaba la aceptación del proyecto presentado por la comisión. De esta forma, la primera gran reforma del presidente Alessandri se había logrado tal como lo había soñado (y forzado) con la firma de él en el nuevo texto.

El mismo día de la inobjetable victoria constitucional, algunos miembros de la misión estadounidense regresaban a su país con una radiografía clara de los cambios que se debían ejecutar para sacar a Chile del estancamiento en que estaba: había que hacer varias reformas, entre ellas, crear una superintendencia de bancos y dar autonomía al Banco Central.

La aplicación de las reformas económicas no habría sido posibles sin la presencia de los militares. Vicente Huidobro, en una columna sobre la llegada de Mr. Kemmerer, lo imaginaba apuntando en su diario, a propósito de su llegada al país: “Chile es un país muy curioso, en el cual los civiles andan disfrazados de militares”. “¡Todas las estatuas serán pocas para este hombre!” Exclamaba, escéptico, el poeta.

A pesar de esto, gracias a la misión Kemmerer, la inversión externa, en especial de Estados Unidos, permitió al presidente Carlos Ibáñez del Campo, unos años después, llevar a cabo un ambicioso plan en obras públicas en el que nuestra región, Viña del Mar sobre todo, fue una de las más beneficiadas.

El castillo que había construido Kemmerer a través de distintas misiones en Chile, Colombia, Polonia, Sudáfrica e incluso China, comenzó a desmoronarse el 24 de octubre de 1929 en la bolsa de Nueva York. Después del jueves negro, los inversionistas norteamericanos, cuyos capitales habían sido llevados a distintas partes del mundo, contraían sus recursos para enfrentar la crisis bursátil. Aquellos países más débiles, como Chile, fueron presa fácil de esta corrida. La misión Kemmerer se transformó, entonces, en un arma de doble filo.

El general Carlos Ibáñez del Campo sufrió los efectos de esta crisis en 1931 y también se vio obligado a renunciar por la falta de gobernabilidad surgida, más que por una crisis constitucional, por los problemas económicos.

Recién, en 1932, la Constitución de 1925, con Alessandri nuevamente como presidente, comenzaba a operar en Chile. De ahí se inició una serie de transformaciones y mejoras para el país. La nueva carta magna establecía claridad respecto a las reglas del juego, marco regulatorio que le permitía al ministro Gustavo Ross sumar acciones para salir de la crisis, que lo hicieron acreedor del apodo de “mago de las finanzas”.

¿Por qué recuerdo estos hechos ahora? Más allá de lo que puedan indicar las encuestas, me parece que el resultado del plebiscito del 4 de septiembre estará determinado, más que por la virtudes o defectos del borrador o la campaña a favor del apruebo o el rechazo, por la situación económica. Y este, a su vez, por el curso que pueda tomar la guerra entre Rusia y Ucrania dentro de los tres meses que quedan.

Ninguna encuesta podrá prever ese escenario. No obstante, la incertidumbre internacional tiene una repercusión directa en la inestabilidad de los mercados y, por consecuencia, en un alza de la inflación. Un escenario de crisis, similar al periodo que se extendió entre 1924-1925 y 1931-1932, son poco auspiciosos para reformas políticas de largo plazo que no son percibidas como urgentes. Restan 98 días para el plebiscito, menos de cien días en los que pueden suceder muchas cosas.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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