A 30 años de la caída del Muro de Berlín: el regreso de la política

15 de Noviembre 2019 Columnas

Estos días se conmemora uno de los sucesos más gravitantes de la historia mundial reciente: la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. Ese día se vino abajo ese gris y represivo símbolo de la separación de las dos Alemanias y de la Guerra Fría erigido por el régimen alemán oriental en 1961. Desde el punto de vista económico, sin embargo, Alemania del Este ya agonizaba antes de esa fecha. Pero los graves problemas que enfrentaba Alemania Oriental no eran sólo económicos: también eran de naturaleza política. Cuando se fundó la República Democrática Alemana en 1949 se creó bajo el signo de una ideología y sin pluralismo político. La dictadura de partido y el bajo desarrollo económico tuvieron graves consecuencias demográficas: desde 1949 cerca de 3 millones de personas emigraron y se fueron a vivir a Alemania Occidental. El régimen socialista intentó detener esta sangría con la construcción del Muro de Berlín. La orden de abrir fuego tuvo un alto costo humano: entre 140 y 245 personas fueron muertas ahí.

Problemas

Daba la impresión de que el Muro cumplía su función y que Alemania del Este entraba en una fase de mayor estabilidad. Un levantamiento similar al de 1953 no se repitió, y mientras la Primavera de Praga puso en jaque al régimen comunista checoslovaco en 1968, Alemania Oriental siguió en relativa calma. Es por esto que la caída del Muro de Berlín fue tan cataclísmica. Con todo, en los años y meses previos ya habían indicios que visibilizaban las fisuras que terminarían por romper el dique. La primera fisura comenzó a generarse cuando la ministra de Educación, Margot Honecker, ordenó la militarización de la educación a través de un decreto que introducía en 1978 un curso de formación militar para alumnos del noveno año en todas las escuelas. Esta medida gatilló la protesta de muchos apoderados que reunieron en el seno de la Iglesia Luterana. La segunda fisura fue consecuencia de la primera, y fue más grave para el régimen: la gente que al principio se reunía dentro de las iglesias comenzó a salir de ellas y a protestar en las calles. Y el número de personas que se manifestó contra el régimen aumentó rápidamente. A mediados de septiembre de 1989 participaron en Leipzig 2000 personas, número que pasó a 300.000 a fines de octubre. Así, los hechos se fueron precipitando: durante la segunda mitad de 1989 miles y decenas de miles personas lograron abandonar Alemania del Este a través de Hungría; en octubre del mismo renunció al poder el jerarca Erich Honecker; y el 9 de noviembre de 1989 se abrió ante la estupefacción de los alemanes occidentales y orientales el Muro de Berlín.

Percepciones: ¿fin de la historia?

La estupefacción y emoción no sólo embargó a los mismos alemanes, sino que se vivió como un hecho cataclísmico más allá de las fronteras alemanes. Por una parte, por la percepción de diversas minorías alemanas en diversas partes del mundo. Los alemanes en Chile y sus descendientes asistieron con asombro a la noticia de la apertura del Muro. La enorme distancia que separaba a Chile de Alemania y la ausencia de medios como internet contribuyeron a la incredulidad.

Por otra parte se entendió como cesura histórica, puesto que muchos entendieron que la caída del Muro llevó al fin de la Guerra Fría. Dos años después cayó la Unión Soviética y se acabó el conflicto bipolar. Esto llevó a algunos a proponer que la historia se había acabado. Francis Fukuyama acuñó a comienzos de los años 90 la idea del “fin de la historia”, según la cual se habían acabado los grandes relatos políticos. La caída del comunismo traería consigo el dominio universal de la democracia liberal y del capitalismo. Desde los atentados a las Torres Gemelas el año 2001 los indicios de que la tesis de Fukuyama era una ilusión se comenzaron a multiplicar. La época en que vivimos hoy es intensamente política. Así lo demuestra la guerra comercial entre Estados Unidos y China -en el fondo una disputa política-, la tensión entre globalización cosmopolita y nacionalismo, la tensión entre crecimiento económico y ecología, el islam político o los populismos.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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