20 de enero y el triunfo en Yungay 

17 de Enero 2022 Columnas

Esta semana se conmemorará otro aniversario, el número 183, del triunfo del Ejército Restaurador contra la Confederación Perú-boliviana en la localidad peruana de Yungay. Aunque escribo casi todos los años sobre este tema, en esta oportunidad, prometo agregar un dato novedoso y que guarda relación con una publicación reciente realizada por “el suscrito” en conjunto con el Centro de Estudios Barros Arana y la Universidad Adolfo Ibáñez.

Se trata de la reedición del Diario Militar de campaña escrito por Antonio Placencia en 1840 y cuya única edición se fue perdiendo con el tiempo. Siendo riguroso, el nombre original de la obra era bastante más extenso: “Diario Militar de la campaña que el Ejército Unido Restaurador abrió en el territorio peruano el año 1838 contra el General Santa Cruz”, título que hoy volvería loco a cualquier editor.

Se trata de un librito pequeño de no más de doscientas páginas, con algunos mapas y grabados del que seguramente no se hicieron muchas copias, pero que tenía un inmenso valor por ser un relato directo de lo que había sucedido en la guerra de Chile contra la Confederación escrito por uno de los oficiales del ejército vencedor.

Nos referimos al coronel Antonio Placencia, un español que peleó por el bando peruano a favor del Ejército chileno que acabó con la Confederación Perú-boliviana. Sí, lo dije bien, el problema es que no resulta fácil entender.

Retrocedamos un poco. Mientras Perú estaba inmerso en las guerras civiles, el presidente boliviano Andrés de Santa Cruz aprovechó la crisis para tomar el control de Perú, lo que generó la huida de sus principales opositores. Gran parte de estos exiliados llegaron a Chile a promover la guerra contra Santa Cruz. Expulsar al tirano era la consigna de lo que iba a significar para Perú, según estos expatriados, su segunda independencia. Esta empresa coincidía con la del ministro Diego Portales, que apoyó la causa peruana, aunque claro, pensando en el perjuicio comercial que significaba para los chilenos la unión de Bolivia y Perú, más que en la libertad de los vecinos.

Por esta razón, se bautizó a la fuerza como Ejército Restaurador y no simplemente como Ejército de Chile porque además de los nacionales había un grupo reducido de oficiales y cerca de un centenar de soldados peruanos.

Fue esta fuerza la que, después de distintas escaramuzas, el control de Lima durante algún tiempo y un par de acciones notables, llegó a enfrentarse en el campo de Yungay donde destacaba el cerro Pan de Azúcar como una defensa inexpugnable.

El relato de esta batalla, ocurrida un 20 de enero, es uno de los más impresionantes del diario de Placencia. No exagera el coronel español cuando señala que desde el inicio de la independencia no se había visto una batalla tan sangrienta ni mortífera como la de ese día: El campo y todo el camino hasta Manco está sembrado de cadáveres y despojos, y la humanidad se estremece al considerar el cúmulo de tantas víctimas sacrificadas por la ambición de un solo hombre, en alusión a Santa Cruz. 

Esto queda corroborado cuando el coronel relata que dos días después de la victoria, se quemaron 1237 cadáveres, sin estar incluidos los 600 que quedaron en el cerro Pan de Azúcar ni los 227 que se encontraron en el camino, lo que da un total de 2064 fallecidos. Cifra que contrasta con los 215 cadáveres del Ejército Restaurador que, en cambio, sí fueron enterrados.

La imagen de los cuerpos inertes y mutilados pudriéndose en el cerro Pan de Azúcar, a merced de las aves carroñeras y del sol, resulta digna del infierno de la Divina Comedia de Dante y nos lleva a cuestionarnos respecto a la violencia y crudeza de la guerra.

Estas escenas desgarradoras se repetirían varias veces cuarenta años más tarde en el mismo escenario, aunque ya sin alianzas entre chilenos y peruanos, sino, por el contrario, dos pueblos peleados a muerte que olvidaron que, durante varios años, habían sido hermanos.

 

Publicado en El Mercurio de Valparaíso

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