14 de julio de 1790 ¡Viva el Rey!

19 de Julio 2021 Columnas

Ante un nuevo aniversario de la revolución francesa, este acontecimiento pareciera no perder vigencia, puesto que resurge ante cada acontecimiento revolucionario. La misma vinculación que han hecho los constituyentes del 18 de octubre con la Asamblea, nos conduce a esta búsqueda de querer forzar la historia y otorgarle un relato propio, como se ha hecho innumerables veces con lo ocurrido en Francia. Esto, porque nos quedamos con la cáscara o la versión simplificada de lo ocurrido ahí. Por esta razón, vale la pena rescatar una crónica del primer aniversario de la revolución que puede cambiar nuestra mirada sobre este hecho.

El rescate de este particular evento fue publicado a raíz de un nuevo aniversario de la revolución, hace exactamente un siglo, en el desaparecido diario La Unión de Valparaíso. Aunque no aparece la fuente de dónde se obtuvo, seguramente, debió haber sido traducido de algún periódico galo, como tradicionalmente se hacía en esa época.

Un primer dato interesante es que quienes fueron parte de este primer aniversario asumían que la revolución del 14 de julio de 1789 era un acontecimiento clave en la historia de la humanidad, el inicio de una nueva era.

El lugar escogido para esa primera celebración fue el palacio de las Tullerías, donde, además del monarca, participaron miembros de la municipalidad, la Asamblea, un batallón de niños armados y representantes del pueblo.

Un magnífico anfiteatro estaba destinado para las autoridades nacionales: el Rey y el presidente de la Asamblea, quienes se sentaron en dos sillones iguales, uno al lado del otro. Los ministros, a poca distancia, y los diputados a los costados. 400 mil espectadores llenaban los anfiteatros laterales, 70 mil soldados armados hacían movimientos en un campamento intermedio, mientras que en el centro, sobre un pedestal, se elevaba el Altar de la Patria.

Dentro de los invitados, 300 sacerdotes estaban convocados para oficiar una misa ese día. Terminada esta ceremonia, el marqués de Lafayette, general del ejército revolucionario, se presentó a recibir las órdenes del rey, quien le confió la fórmula del juramento. El general, el ejército, el presidente de la Asamblea y los diputados gritaron todos: ¡Lo juramos! En tanto, el monarca, de pie y con la mano extendida hacia el altar, dijo: “Yo, el rey de los franceses, juro emplear el poder que me ha delegado el Acta Constitucional del Estado, en mantener la constitución decretada por la Asamblea Nacional y aceptada por mí”.

Acto seguido, dice la crónica, impulsada la reina por el movimiento general, tomó en sus manos a su hijo, heredero del trono y desde el balcón lo presentó con cariño ante el inmenso público. Frente a este acto, resonaron gritos de alegría, de amor y entusiasmo que saludaban a la madre y al niño.

Por la noche se dio en París una magnífica fiesta, siendo los principales puntos de reunión los campos Elíseos y la Bastilla. En el terreno de esta antigua prisión del Estado, se había escrito con grandes letras: “Aquí se baila”. Junto con esto, preciosos juegos artificiales reemplazaban la luz del día. En los campos Elíseos, confundidas todas las clases, parecía reinar la fraternidad más cordial “¡Desgraciadamente aquellas horas dichosas fueron fugaces!”, concluye la crónica.

El historiador Jean-Clément Martin en su Nueva Historia de La Revolución Francesa, aclara que esta unión del primer año no fue más que una fachada. De hecho, al año siguiente, el rey fue capturado tratando de huir de Francia y el 16 de enero, 387 diputados, contra 334, determinaron la pena capital para Luis XVI, que se hizo efectiva en el mismo lugar donde antes todos festejaban la revolución. A pesar de la presión del público, apunta Martin, la mitad de los diputados expresó su rechazo a la pena capital, cosa que los terminó estigmatizando.

El paso del tiempo hizo que el 14 de julio de 1789 entrara en una nebulosa que distorsionó y simplificó los hechos hasta transformarlos en una lucha del pueblo contra la monarquía. Sin embargo, como podemos ver, la historia de los grandes acontecimientos siempre es mucho más compleja, no solo por la cantidad de variables en juego, sino además porque siempre está siendo jaloneada por intereses e ideologías en su propio beneficio, tal como ocurre con el 18 de octubre de 2019.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso

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