Las lecturas tanto del voto como de la escultura pueden ser varias y las interpretaciones quedan abiertas, igual que este largo proceso de los últimos cuatro años. ¿Se deja cerrado? ¿Se deja abierto? Cualquiera sea el caso, lo que, sin dudas, deja es una sensación extraña.
Si Boric quiso pintar un cuadro de Chile, este quedó como un collage mal hecho, trazos confusos, donde abundó la impulsividad, el azar y la mezcla desproporcional de imágenes inconexas.
Haberse cerrado a solo dos opciones terminó polarizando innecesariamente a la población, en un proceso que de por sí ha sido lo suficientemente traumático. Esperemos que sirva de lección para futuros procesos.