Un discurso internacional “humilde”

30 de Septiembre 2022 Columnas

El recién pasado 20 de septiembre, el presidente Gabriel Boric dio su primer discurso de presentación frente a las Naciones Unidas en un acto protocolar que, en la práctica, puede parecer de poca relevancia, ya que la realidad es bastante menos glamorosa de lo que uno imagina: más allá del primer plano de los presidentes, el cuadro general muestra un auditorio semi vacío.

Salvo alguna frase grandilocuente, como el “huele azufre” de Hugo Chávez el 2006 en alusión a George Bush, las alocuciones, por lo general, pasan desapercibidas para la mayoría de los auditores, la prensa y los historiadores.

No obstante, esto no es excusa para no emitir un buen discurso, pues en una instancia internacional, una intervención de este tipo, si logra un impacto global, puede pasar a la historia. Así, por lo menos, ocurrió con la alocución de Salvador Allende en 1972, en ese mismo lugar, cuando el ex mandatario, en un tono mesurado, hizo una presentación impecable en su forma y fondo. Su discurso fue una fotografía de lo que era Chile a inicios del setenta con sus virtudes y defectos.

En esta línea, el presidente Boric, tuvo la oportunidad, como lo insinuó, de haberse tomado de ese discurso de hace 50 años para haber presentado un cuadro sobre el presente y el futuro de Chile. Y si lo intentó hacer, hasta partiendo su discurso con el mismo enunciado textual de Allende “Vengo de Chile…”, lamentablemente no lo consiguió. Ni en la forma, ni en el fondo.

El hecho de ser actualmente el presidente más joven, pareciera haberlo hecho caer en la tentación de llamar la atención, perdiendo el foco en un discurso donde quiso abarcar múltiples cosas, sin considerar que, a veces, menos, es más.

Boric intentó explicar lo que sucedió el 18 de octubre de 2019 y su continuación con el proceso constitucional, para luego, informar que la mayoría de los ciudadanos había rechazado la propuesta de una nueva constitución. Si a los chilenos todavía nos cuesta entender esta voltereta en mil días, qué queda para el resto del mundo.

En ese sentido, fue un discurso poco coherente y bastante contradictorio: habló de un Chile pequeño, de un país en desarrollo, que está aprendiendo y que lo más importante es profundizar en la democracia con humildad. No obstante, su exagerada entonación en la forma de hablar y su mensaje en si no transmitieron esta humildad tan necesaria. Con una superioridad moral que pareciera caracterizar a su generación, intentó demostrar al mundo que Chile, aunque “un país pequeño y humilde”, se convertiría en un ejemplo para los demás países que deberían estar alertos a posibles estallidos.

Finalmente, si quiso pintar un cuadro de Chile, este quedó como un collage mal hecho, trazos confusos, donde abundó la impulsividad, el azar y la mezcla desproporcional de imágenes inconexas. Así, a pesar de que fue un buen momento para posicionar en el escenario internacional el contexto actual socio-político de Chile, lamentablemente fue solo una oportunidad perdida.

Publicada en El Dínamo.

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