El doble desafío de la experiencia digital en educación

1 de Febrero 2021 Investigación

Como una parte más de su estudio Experiencias Digitales 2020, el Centro de Experiencias y Servicios (CES) de la Escuela de Negocios UAI presentó los hallazgos de la sección de esa investigación dedicada a analizar la experiencia digital en educación impuesta por la pandemia en Chile.

La tercera entrega de dicho estudio -cuyas primeras dos partes ahondaron en la compra online y en el teletrabajo- tuvo por objetivo comprender la experiencia, ventajas, desventajas y expectativas en torno a las clases en línea, tanto por parte de estudiantes universitarios (as) como de trabajadores (as) que realizaron cursos de capacitación o similares, a través de información recogida entre agosto y septiembre de 2020.

La presentación de los resultados de la sección dedicada a la educación estuvo a cargo de Rodrigo Morrás, director del CES-UAI, y contó con la participación de Neils Rivas, Doctor en Literatura y académico de la Facultad de Artes Liberales UAI, y Daniela Pecchenino, directora de operaciones de DUOC UC, como panelistas invitados.

Uno de los primeros datos constatados por el sondeo fue que un 43% de los encuestados dijo haber tenido que participar como alumno(a) en alguna clase o curso online durante la emergencia sanitaria, versus un 57% que declaró no haberlo hecho. Esta misma proporción entre respuestas afirmativas y negativas fue la encontrada al consultar por la misma situación antes de la pandemia. No obstante, la composición de cada grupo (con experiencia antes y con experiencia durante la pandemia), varió de forma importante, según detalló el director del CES.

Entre quienes afirmaron haber realizado clases en línea, un 67% de los entrevistados evaluó esta experiencia como “buena o muy buena”, un 21% la calificó como “ni buena ni mala”, y un 12% la catalogó como “mala o muy mala”. Al realizar una apertura de esta evaluación, se constató que no existen diferencias significativas por sexo. Sin embargo, en el ámbito etario, en el tramo de encuestados de 18 a 29 años, un 52% califica la experiencia como “buena o muy buena”, según detalló Rodrigo Morrás. Al mismo tiempo, en relación a la actividad ejercida (estudio, trabajo, otro), solo un 41% de quienes estudian cataloga la experiencia de manera positiva. El director del CES añadió que si se observa la satisfacción neta, la apreciación positiva baja todavía más.

Ventajas y desventajas

El estudio también abordó los beneficios y problemas identificados por quienes vivieron la experiencia de educación digital. Entre los aspectos positivos más mencionados -mediante una opción de respuesta múltiple- destacaron el ahorro en tiempos de traslado (68%); la flexibilidad para elegir lugar, horarios y ritmo de estudio (53%); y el estar en un lugar más cómodo (mismo porcentaje). Todos aspectos considerados “operativos” o “funcionales”, hizo notar el profesor Rodrigo Morrás.

Entre los puntos negativos, los encuestados mencionaron las fallas en la conexión a Internet (63%); distracciones existentes en la casa (51%); y el menor aprendizaje y conocimiento adquirido (36%). “El problema de las desventajas conecta con el tema del aprendizaje…  Cuando nos vamos al mundo etario, el menor aprendizaje y conocimiento adquirido es la desventaja más significativa para este grupo. Prácticamente el 50% de los jóvenes (18 a 29 años) piensa que el principal problema de las clases online es el menor aprendizaje y conocimiento adquirido… Esto realmente es un desafío”, añadió.

Consultados acerca de qué se requiere para que la experiencia con una clase online sea “excelente”, los participantes mencionaron como relevantes la calidad y claridad de los contenidos entregados (49%); claridad y modernidad de la tecnología utilizada (39%); y la facilidad de uso de plataformas y aplicaciones (36%).

El profesor Morrás profundizó en los factores clave de una experiencia óptima en el grupo de los jóvenes y de quienes estudian. “En los jóvenes, la calidad y claridad de los contenidos es el dominante, pero hay además otras cuatro variables muy parejas. Están las técnicas, pero aparecen también conocimiento y experiencia del profesor, uso de ejercicios interactivos, adecuada extensión de tiempo, frecuencia de descansos… La gente que estudia también le da gran importancia a esta variable, lo mismo que a la extensión, interactividad y contenidos”.

“Se esbozan por lo tanto las líneas por las cuales uno podría propiciar una mejora en esta experiencia, que hasta este momento está razonablemente lograda en los aspectos funcionales, pero no alcanzada desde el punto de vista de los jóvenes y de los que estudian respecto de la eficacia educativa”, agregó.

La investigación del CES también consultó a los entrevistados por su preferencia en relación al formato de clases. Aquí, un 44% declaró que prefiere asistir a clases en un formato que combine la modalidad online y presencial (formato híbrido); un 34%, asistir en formato presencial, y un 22%, asistir en formato online.

Proyecciones y desafíos

A modo de conclusión, el director del CES-UAI indicó que “la educación en línea que se ha vivido ha sido más una réplica de la educación presencial, en formato digital; por lo que está pendiente el desarrollo de todas sus potenciales para poder evaluarla y compararla con la educación tradicional presencial… Si bien la educación en línea durante la pandemia estuvo al servicio de la eficiencia y flexibilidad, y disponibilidad, hay que hacer un gran esfuerzo para que transite hacia el potenciar el aprendizaje e involucramiento”.

Asimismo, señaló que existe una gran “brecha” en la experiencia en educación en línea de estudiantes en comparación con la de trabajadores(as), lo que plantea un importante desafío para la educación más formativa (pregrado).

“En los más jóvenes, la experiencia de educación en línea desentona con sus expectativas relacionadas al entorno social y respecto del tipo de experiencia digital que acostumbran a tener en otros ámbitos (compra, juego, redes sociales, medios online, etc.)”, afirmó. “Con la educación en línea, los que trabajan obtuvieron la flexibilidad y los que estudian menores costos transaccionales, pero para ellos, esa eficiencia tuvo un castigo en su aprendizaje”, agregó Morrás. Sumado a lo anterior, “la educación en línea implica mayores dosis de autocontrol y autogestión, lo cual es más complejo lograr para los estudiantes que para los trabajadores”.

El estudio también concluyó que el contenido sigue siendo el elemento más importante para una buena clase online, seguido en importancia por la tecnología y metodología: “Los contenidos, las dinámicas y la administración de los tiempos son factores que resaltan los estudiantes, mientras que la tecnología y el rol del profesor son los factores que resaltan los trabajadores. En general, las oportunidades de interacción con compañeros no son un elemento central para juzgar las clases online”.

Sobre las preferencias de los usuarios, “los estudiantes preferirían una educación en línea híbrida, mientras que los trabajadores podrían transitar a un formato que privilegie lo digital”.

Finalmente, la investigación del CES-UAI resaltó que mejorar la experiencia educativa en línea supone un doble desafío, ya que implica ajustes en la oferta -contenidos, metodología, interacción, tiempos, pausas- y también en los roles y el protagonismo de los alumnos y alumnas.

Revive la presentación del estudio AQUÍ

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