Valparaíso: entre el patrimonio en ruinas y las elecciones municipales

24 de Abril 2024 Columnas

Las elecciones municipales se acercan a pasos agigantados, y la pregunta que se abre es ¿si  este evento traerá consigo la posibilidad de un cambio de tendencia global para Valparaíso? Es decir, ¿si la ciudad puerto seguirá su camino de decadencia o si llegará a la alcaldía algún político dotado de la audacia y del coraje para marcar el quiebre de tendencia? Después de los años promisorios de Valparaíso, que podemos situar entre el año de la declaratoria UNESCO de la urbe como patrimonio cultural en 2003 y el año 2015, el curso que ha seguido ha sido uno: el del deterioro y de la destrucción flagrante. Ilustración palmaria de lo anterior es el centro arrasado de la ciudad.

Sin desmerecer la responsabilidad que también le cabe al estado de Chile, podemos consignar que las sucesivas administraciones municipales han fracasado en dos los mandatos fundamentales para la revitalización de la ciudad: uno, dotar a la ciudad de un dinamismo económico que permita hacerla florecer tanto en el plan como en los cerros y revertir la precariedad material de sus habitantes; y dos, promover la conservación del patrimonio histórico-arquitectónico, deber doble, pues no sólo lo exigen la UNESCO, sino también sus mismos habitantes. Este último aspecto merece un comentario, pues hay indicios que apuntan a que la precarización material, es decir, los índices de pobreza, han llegado a un nivel tal que partes importantes de la población están preocupadas en primera instancia por sobrevivir, y que, por tanto, ya no les interesa el deterioro patrimonial de la ciudad o la abierta vandalización del plan. A los dos mandatos anteriores, hay que agregar un tercer mandato que surge de un flagelo que en los últimos años se ha instalado en todas las grandes ciudades y que es el de la inseguridad.

¿Cómo evaluar entonces tres loables iniciativas de recuperación patrimonial en los cerros Polanco, Barón y en el plan de Valparaíso? Al tratarse de puestas en valor de tres edificaciones puntuales, y no de intervenciones globales de barrios completos, queda la impresión de que finalmente sólo será gotas en un océano. Así, la reapertura del ascensor Polanco, la reconstrucción de la Iglesia San Francisco en el cerro Barón y la puesta en valor del Museo de Historia Natural en el plan, son buenas noticias que nos invitan a visitar estos sitios y a contribuir a su valoración pública.

Con todo, esto no alcanza para revertir el estado de “ciudad arrasada” en la que se encuentra. Un ejemplo, por contraste al reabierto ascensor Polanco, es el estado de desolado abandono en el que se encuentra el ascensor Artillería, antes imán del turismo porteño. Duele escuchar decir a una académica universitaria francesa -amante de la historia y del patrimonio- que Valparaíso ha devenido en insalubre e insegura y que la ciudad-puerto está “sobrevalorada”. A esta altura la poesía y la bohemia –también perdida– no alcanzan para salvar a Valparaíso. La ciudad clama por un liderazgo municipal que reúna audacia, creatividad y determinación.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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