Ucrania, víctima del olvido

20 de Marzo 2022 Columnas

Una de las primeras cosas que a uno le enseñan cuando estudia periodismo es determinar cuándo un hecho se convierte en noticia. Recuerdo que los criterios más importantes eran la relevancia, la novedad y la proximidad.

Cada vez que vemos los noticiarios o leemos los diarios, uno en especial, podemos cuestionarnos si es que siguen siendo los mismos criterios o si están bien aplicados. Independiente de esto y bajo esta lógica, no existe la menor duda de que la invasión rusa a Ucrania cumple con estos tres puntos e incluso algunos más. Por esta misma razón, los principales medios de comunicación chilenos no dudaron en enviar a sus rostros a la zona del conflicto, asumiendo el riesgo que esto implicaba, pero convencidos de que iban a ser testigos de un acontecimiento histórico.

Sin embargo, estamos próximos a cumplir un mes y la guerra pareciera haber dejado de ser tan próxima, novedosa y relevante. De hecho, la llegada de Gabriel Boric a la presidencia, los problemas en la Araucanía, los vaivenes de la Constituyente, las protestas de los alumnos apenas iniciadas las clases, etc. han vuelto a tomarse la agenda.

¿Qué ha ocurrido? La violencia no ha cesado en Ucrania, por el contrario, se ha incrementado. A los muertos caídos en el frente, se suma el asesinato de los civiles, una fórmula tan terrible como antigua que utilizan los invasores para quebrar la resistencia de los pueblos.

Quizás la respuesta frente a la indiferencia nos la pueda entregar Mario Vargas Llosa. En uno de sus ensayos, el escritor observaba con preocupación de qué forma “la fantástica acuidad y versatilidad con que la información nos traslada hoy a los escenarios de la acción en los cinco continentes ha conseguido convertir al televidente en un mero espectador, y al mundo en un vasto teatro, o mejor, en una película, en un reality show”.

En esta línea, agrega el escritor peruano: “La información audiovisual, fugaz, transeúnte, llamativa superficial, nos hace ver la historia como ficción, distanciándonos de ella mediante el ocultamiento de las causas engranajes, contextos y desarrollos de esos sucesos que se nos presenta de modo tan vívido”.

Aunque Vargas Llosa pensaba en los mutilados de la guerra de Afganistán, los cohetes que aterrizaban sobre Bagdad o los ojos agónicos de los niños en Ruanda, el fenómeno se repite ahora en Ucrania. Una pregunta clave sobre esto es si se trata solo de frivolidad o es un mecanismo de defensa natural respecto a la desgracia.

Más allá de lo que podemos ver, escuchar o decir, es poco lo que podemos hacer. Un mínimo aceptable es no dejar de seguir con atención lo que ahí ocurre ni tampoco menospreciar su relevancia, asumiendo en carne propia el horror de la guerra.

Piense, por ejemplo, en su trabajo y las posibilidades de poder seguir ejerciéndolo en un contexto de guerra. La mayoría de nuestras labores resultarían inútiles, así como nuestros problemas cotidianos, simples nimiedades.

Seguramente, la mayoría de nosotros, me refiero a los hombres, nos veríamos en la obligación de tomar un arma y defender al país, mientras el resto procura la forma de encontrar asilo. En ese sentido, y más allá de cuánto haya avanzado el mundo occidental en la paridad, en situaciones límites como ésta, pareciera observarse un retorno a las formas tradicionales como era concebida la familia.

En este mismo contexto, imagínese viéndose en la obligación de tener que partir del lugar donde vive acompañado solo con una mochila ¿qué llevaría? No solo se trataría de cosas materiales, también debe escapar con el peso de salvar la vida de su familia, la de sus padres e incluso de sus mascotas.

Finalmente, que la relevancia de otros hechos más próximos y novedosos no nos distraiga del hecho de que podemos estar en presencia de una tercera guerra mundial. Que la falta de novedad no termine por hacernos indiferentes al drama eterno de la guerra y, por último, que la falta de proximidad de lo que ocurre en Europa no acabe por hacernos insensibles al dolor ajeno.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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