#Uber se queda

11 de Abril 2016 Noticias

Rector

La Tercera

Si hubiera que elegir, los que tendrían que desaparecer son los taxis, no Uber, Cabify u otros. Son más eficientes, seguros, baratos y, lo más importante, la gente los prefiere. Así lo demuestran las cifras de usuarios y diversas encuestas realizadas en estos días, en donde una abrumadora mayoría -más del 90%- apoya la existencia de estos servicios.

Pero ésta es una pelea artificial, innecesaria. Taxis y Uber pueden coexistir, como lo demuestran diversos países del mundo, donde, al contrario del chileno, han reconocido el aporte de estos últimos y se han adaptado. Por eso, las amenazas del ministro de Transporte, Andrés Gómez-Lobo, de ofrecer las penas del infierno al servicio, al que calificó de “pirata”, son equivocadas.

El titular de Transporte comente dos errores. Primero, demuestra una ceguera enorme frente a los cambios tecnológicos. Con esa actitud hubiera impedido la entrada de los celulares por defender las empresas de telefonía fija. O del correo electrónico o WhatsApp, para proteger a los carteros. Trabajar para los grupos de interés y no para la gente es algo grave y demuestra el sesgo ideológico que tiene en muchos temas el actual gobierno.

Lo segundo se refiere al carácter de pirata con que trata a Uber, un calificativo en la categoría de ladrones o estafadores. Nada más alejado de la realidad. Estos prestan un servicio que la gente valora y usa libremente. Es más, si alguien está actuando como pirata, son los taxis, que cobran más caro por un servicio peor. Eso parece no importarle a la autoridad.

Ahora, es claro que detrás de las palabras del ministro hay otra interpretación. Es la idea de que lo que no está regulado, es pirata. Se trata de una ideología muy presente en estos días. Y muy equivocada. En parte porque no es efectivo que Uber y otros similares no tengan regulaciones. Lo que pasa es que son propias y explican, de paso, su éxito. Ello son muy estrictos con el tipo de chofer y vehículo que puede ser parte del servicio. Su tecnología, por otro lado, permite a los usuarios conocer de antemano el precio y el recorrido, lo que da garantías de seguridad, algo que no ofrecen los taxis.

La pregunta, entonces, es qué tipo de regulación adicional requiere Uber. Por supuesto que no es la que tienen los taxis, como el congelamiento de la flota y permisos innecesarios. Por el contrario, lo que se requiere son dos cosas: reconocer, no regular, los nuevos servicios y desregular el sistema antiguo, que ha quedado superado por el tiempo. En suma, este caso demuestra que tanto el Gobierno como los taxis están obsoletos en la forma como funcionan. Ambos tienen que adaptarse. Las autoridades, con una legislación moderna, que dé cabida a las innovaciones. Los taxistas, imitando lo que están haciendo sus pares en otros países, como Inglaterra, donde están incorporando las nuevas tecnologías.

Luchar contra la modernidad es ir en contra del desarrollo, del bienestar de la gente, algo que no tiene sentido. Además, inútil, porque nada detendrá este tipo de aplicaciones. Por eso, #UberSeQueda, sí o sí. Lo demás es música.

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