Sobreendeudamiento

8 de Abril 2024 Columnas

La migración hacia Chile ha sido uno de los fenómenos que probablemente más ha cambiado la cara del país,  agregando nuevos colores, sabores, sonidos y, en definitiva, culturas. De hecho, el paisaje demográfico nacional ha tenido un cambio significativo en los últimos 20 años y se espera que continúe en esa senda.

Pero a la luz de los datos, pareciera que nuestra nación no estaba preparada para recibir a nuevos habitantes y que “el amigo cuando es forastero” no es precisamente tan “querido” como lo afirmaba la canción compuesta por Chito Faró en 1942.

Contrario a lo que plantea la letra de ese vals, esta semana se dio a conocer un estudio del Laboratorio de Encuestas y Análisis Social (LEAS), de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez. El texto “Descubriendo la realidad laboral de las mujeres migrantes en Chile” analiza en detalle el mundo del trabajo en el país. Allí se plantea una nueva situación que aqueja a quienes se han avecindado en nuestro país y, en específico, a las mujeres.

A modo de contexto, se utilizan  en detalle los datos de la encuesta CASEN, entre 2006 y 2022 -postpandemia- que muestran que la población migrante ha aumentado de un 1% a más de un 8%. Aquello ha significado un cambio social relevante, que también ha impactado al mundo del trabajo. Durante el mismo periodo mencionado, la fuerza laboral extranjera aumentó de un 1,6% a más de 11%. Y se calcula que más de la mitad son mujeres.

En esa misma línea, LEAS decidió estudiar cómo viven el mundo laboral las trabajadoras que vienen de otros países. Los resultados son interesantes, pero muestran también que si ya Chile tenía una gran deuda en equidad de género -diversos estudios demuestran la desigualdad todavía reinante-, en el caso de las migrantes, este déficit es aún mayor.

Según el laboratorio, una primera diferencia entre las chilenas y extranjeras es que las migrantes son, en su mayoría, más jóvenes, en un rango en el que más de la mitad de ellas tiene entre 18 y 34 años. Una primera mirada podría apuntar a que las nacionales se dedican a los estudios superiores gran parte de ese tiempo. Pero de acuerdo a la investigación, los niveles educacionales son equivalentes en ambas realidades, al menos en ese tramo etario.

Donde la diferencia es más notoria, sin embargo, es a la hora de evaluar ingresos por ocupación, en el que -dependiendo de la edad- la brecha alcanza entre 15% y 19% en detrimento de las mujeres que vienen de otros países. Las más afectadas son quienes se encuentran entre los 18 y 34 años, y entre los 35 y 54.

En esa línea, el estudio plantea otra realidad preocupante: pese a que ganan menos, las trabajadoras extranjeras laboran en promedio entre dos y tres horas más que las chilenas, lo que se mantiene relativamente estable en todos los grupos etarios.

Para LEAS, aquello puede tener relación con datos que se obtuvieron en otro estudio de 2022, el que mostró que un 60% de las mujeres que venían de otros países lo hacían en búsqueda de mejores oportunidades laborales. Eso, dicen, puede dar pie a que sean más propensas a aceptar trabajos por menos salario que las nacionales.

Los roles de género y sobre todo las labores de cuidado, también dificultan la inserción laboral de las migrantes, por cuanto una importante cantidad de ellas  planteó no haber buscado trabajo en el último periodo, pues debía cuidar a hijas e hijos. Chile es, por cierto, uno de los países del continente donde estos roles siguen muy fijos en la sociedad.

Con esos datos a la vista, aparece claro que en esta larga y angosta franja de tierra la igualdad de género es una deuda pendiente, de lento avance y que no logra tomar el ritmo adecuado. Pero pareciera ser que con la mayor llegada de migrantes, ese sobreendeudamiento con la equidad solo se ha acrecentado, en la medida que ha sido sazonado también con una importante mezcla de xenofobia y clasismo.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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