Sin diagnóstico

20 de Marzo 2022 Columnas

En las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias la derecha tuvo resultados sorprendentes: en primera vuelta, sus dos candidatos a Presidente (Sebastián Sichel y J. A. Kast) sumaron más del 40% de los votos válidos; en el Senado se llegó al 50% y en la Cámara de Diputados alcanzaron un 44%; finalmente, en el balotaje de segunda vuelta presidencial, la candidatura de Kast se alzó también con el 44%.

No es fácil que un sector que ha sido parte del gobierno más impopular de la historia reciente tenga esta performance electoral. En rigor, los resultados de la derecha no pueden abstraerse de un Presidente y un gobierno que, durante más de dos años, han tenido niveles de desaprobación del 70%; de una administración que, a partir del estallido social, terminó siendo moral, cultural y políticamente desfondada.

Pero el principal problema de la derecha es que no ha sido capaz de elaborar un diagnóstico preciso de ninguna de estas dos realidades: ni de su “derrota espiritual” a partir de octubre de 2019, ni del respaldo que consigue en las recientes elecciones presidencial y parlamentaria. Así, ciegos, sordos y mudos, los sectores que en estas circunstancias lograron concitar dicho apoyo, no saben ahora qué hacer con él, cómo administrarlo y capitalizarlo en función de sus desafíos de mediano y largo plazo.

En resumen, el drama de la derecha chilena no es electoral, más bien al contrario: a pesar de conservar en su peor momento un piso amplio y sólido de respaldo popular, no sabe cuál es su causa, qué lo explica y qué representa. Es, de algún modo, una paradoja histórica: fue arrollada por un tsunami, quedó en un limbo observando como la Constitución, el orden público y el estado de derecho eran demolidos por sus adversarios; obtiene sin embargo un buen resultado en las elecciones presidenciales y parlamentarias, pero no tiene la más remota idea de qué hay detrás de ambos fenómenos.

La izquierda ha tenido, al contrario, la notable capacidad de construir una hegemonía cultural y política, a pesar de ser minoría. Gabriel Boric llegó apenas al 25% en primera vuelta y Apruebo Dignidad quedó en una posición menos que modesta en el actual Congreso; pero supo generar un universo de sentidos consistente, que hizo del estallido social el factum de una voluntad de cambios mayoritaria, que logra finalmente imponerse en la Convención Constitucional y, también, llegar al gobierno.

En política los diagnósticos no son verdaderos ni falsos: tienen o no tienen una legitimidad mayoritaria; tienen o no tienen la capacidad de dar lugar a “sentidos comunes” que logran movilizar a un sector relevante de la población. Eso, lo que la izquierda ha hecho magistralmente bien en el último tiempo, es de lo que adolece por completo lo derecha, lo que hoy la tiene perdida en el bosque, en la más absoluta oscuridad, peleándose por la presidencia de un Senado con sentencia de muerte.

Publicada en La Tercera.

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