San Martín y O’Higgins

9 de Mayo 2019 Columnas

Sin entrar en la polémica sobre cómo y por qué una carta dirigida por José de San Martín a Bernardo O’Higgins llegó a manos de la expresidenta argentina Cristina Fernández, como tampoco si dicho documento debería estar custodiado por algún archivo público (mi opinión personal es que son efectivamente aquellas instituciones las encargadas de conservar un material de esta naturaleza) merece la pena detenerse en el contenido de la misiva.

Su tono es personal e indicativo de la amistad entre ambos líderes de la revolución americana. En algunas líneas, sin embargo, se aprecian cuestiones políticas que, bien contextualizadas, pueden arrojar luces sobre el faccionalismo que se apoderó de las repúblicas hispanoamericanas durante e inmediatamente después de las guerras de independencia.

Fechada en París el 26 de diciembre de 1835, la carta comienza refiriéndose a O’Higgins como “Cap. General de los Extos. de Chile y Perú”. Esto demuestra que a pesar de que O’Higgins había dejado el poder hacía más de diez años, San Martín continuaba considerando injustificada la intervención de los grupos de poder de Concepción con el fin de conseguir la abdicación del entonces Director Supremo (enero de 1823). Para San Martín, O’Higgins ostentaba la legitimidad de la revolución. El exilio del general chileno en el Perú no había sido óbice para que el proyecto americanista encabezado por el Ejército de los Andes fuera derrotado por la creación de los Estados nacionales. Por el contrario, según San Martín, demostraba hasta qué punto era posible construir un relato continental común.

“Los males” que azotaban al Perú a mediados de la década de 1830 eran señal de que las respectivas declaraciones de independencia no habían puesto fin a las luchas intestinas. De hecho, para 1835, el Perú se encontraba inmerso en una agria disputa jurídico-territorial con la Bolivia de Andrés de Santa Cruz, y no es de extrañar que el argentino reaccionara negativamente ante las disputas facciosas: “Ser feliz es imposible presenciando los males que aflijen a la desgraciada América”, decía, y agregaba: “Yo calculo quan embarazosa debe ser la posición de Usted entre opiniones y partidos tan diferentes, […] porque en la guerra civil la máxima de reputar enemigo al que no es de la misma opinión es la ley que divide los partidos”.

Estas palabras hablan de la profundidad de la derrota política sufrida por los miembros de la Logia Lautaro, siendo además un recordatorio de cuán difícil es gobernar en un contexto postrevolucionario. Como hombres de acción política y militar, las vidas de San Martín y O’Higgins resumen un ideario que para los años treinta ya no era posible de sostener. Tal como en el cuadro de Goya, la revolución comenzaba a devorar a sus propios hijos.

Publicada en La Segunda.

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