Portuno y la PAES

10 de Enero 2024 Columnas

¿Le sorprenden los resultados de la PAES? No lo creo. Sabemos que la educación pública es, salvo excepciones, mala. Sabemos que el irresponsable cierre de escuelas durante la pandemia (Colegio de Profesores mediante y apoyado con ahínco por muchos hoy en el gobierno) amplió las brechas educativas. Sabemos que las condiciones sociales (violencia, tráfico, bandas, criminalidad, etc.) donde operan muchas escuelas públicas son desastrosas; qué a veces los profesores apenas pueden mantener su integridad física y ni que decir moral. Y si las acciones son prueba de algo, todos sabemos que son pocos con poder decisional a los que les importa.

Es una mala PAES esté año, será una mala el próximo. En algunos años se implementará una prueba menos “sesgada”, y les seguirá yendo mal. Y así se frustran expectativas, se sigue debilitando el tejido social, se pierde talento, y potencial de un futuro mejor. ¿Igualdad de oportunidades para surgir? Seamos serios.

Y sin embargo la igualdad de oportunidades es un ideal fundamental. Uno que convoca un amplio abanico de sensibilidades políticas, aunque lo entienden diferente. Por cierto, los extremos lo rechazan. Dado que sería un imposible, la izquierda extrema prefiere asegurar resultados en vez de oportunidades y la derecha más libertaria que no se pongan obstáculos a las personas (“todos tienen ventajas comparativas, solo hay que esforzarse”, y cosas por el estilo). Pero esto es un error. Que sea un ideal inalcanzable no significa que no sea una buena guía, tal como la imposibilidad de construir asísmicamente (todo depende del terremoto) no invalida el ideal de lograrlo.

“Oportunidad” viene de Portuno, el dios de los puertos. Cuando las condiciones climáticas según la construcción del bajel eran propicias, los marineros tenían la oportunidad de zarpar o recabar. Pero cuando los vientos eran tormentosos, las mareas revueltas, o el barco hacía aguas, la oportunidad desaparecía. Quizás el mayor crimen que estamos cometiendo a las nuevas generaciones (y de paso a nosotros mismos) es nuestro sistema de educación público que hace aguas por todos lados, hundiendo a sus estudiantes con él, mientras miran un Pireo inalcanzable.

De modo simplificado: si la educación de un niño es resultado de aplicar una tecnología particular a un conjunto de insumos y recursos, algunos fuera de la influencia de las escuelas (como genes, familia, medio ambiente, etcétera) y otros dentro de su influencia (como calidad educativa, infraestructura, profesores, instituciones, etcétera), posibilitar que los niños en desventaja puedan acceder a mejores conjuntos de oportunidades requiere una inmensa inversión de recursos del segundo tipo para compensar los inadecuados aportes del primer tipo. Es tiempo de que como país nos tomemos la educación en serio. No es solo un deber. Además, es quizás la única inversión que siempre paga.

Publicada en La Segunda.

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