Pastelero a tus pasteles

17 de Enero 2021 Columnas

Cambiar la Constitución “requiere racionalidad… En Chile hay más entusiasmo que reflexión”, decía en una entrevista el rector de la UDP y columnista, Carlos Peña. Y en una semana marcada por la inscripción de los candidatos a alcaldes, concejales, gobernadores y también a constituyentes, esas palabras tienen un profundo sentido, sobre todo a la hora de comenzar a escudriñar en los más de tres mil 300 postulantes que pretenden obtener uno de los 155 cupos para participar en la redacción de la nueva Carta Magna. Una contienda en la que menos del 5% de los aspirantes llegará a la meta: sentarse en Palacio Pereira, en Santiago, a debatir los postulados del nuevo texto fundamental.

El punto de partida de este proceso dista mucho de haber sido el ideal. La falta de acuerdos o los pactos con letra chica fueron la primera luz de alerta respecto de las inscripciones. En el primer caso, la inoperancia de los equipos negociadores de la oposición –en un momento crucial para poder ser relevantes en el proceso constitucional- determinó que los partidos no lograran consensuar una sola lista y terminaran divididos, lo que puede dar pie a una sub representación del bloque en la convención y una dificultad clara para llegar a los 2/3 de respaldo que requerirá cada uno de los articulados que se quiera incluir en la Carta Magna.

Las “sorpresas” fueron el otro problema. Candidaturas como la de la polémica filósofa Teresa Marinovic –representando al Partido Republicano-, incluida a última hora y sin la venia del resto de la coalición –RN, la UDI y Evopoli- generó un fuerte ruido en el conglomerado. Tanto así que, además de los dimes y diretes, determinó la renuncia a su candidatura por el distrito 10 de la investigadora del Centro de Estudios Públicos (CEP), Sylvia Eyzaguirre, molesta por la aparición “por los palos” de Marinovic, quien habría sido su compañera de lista.

A eso se agrega la postulación de exministros, exsubsecretarios e incluso el diputado Hugo Gutiérrez. La ciudadanía fue clara en que no quería que los que hoy están en el poder fueran los encargados de redactar la nueva Constitución, pero aun así hay quienes insisten en ningunear la definición de los votantes en el pasado plebiscito del 25 de octubre de 2020: allí, un contundente 78,28 de los chilenos dijo que quería una nueva Constitución, pero más terminantemente aún, el 79% dijo que no quería una convención mixta, en la que participaran parlamentarios.

Y todo lo anterior, sin contar las “trampas” de varias colectividades, tanto del oficialismo como de la oposición, que, a falta de parlamentarios o dirigentes tradicionales, decidieron incluir a hijos, hermanos y parejas, lo que fue criticado ampliamente en redes sociales.

Pero la pregunta de fondo sigue siendo ¿quién debiera redactar la nueva Constitución? ¿Qué perfil debieran tener los elegidos? Será la ciudadanía la que lo decida –y la definición debería ser lo más informada y responsable posible-, pero lo cierto es que la lógica debiera dictar que la redacción de un texto constitucional, que nos regirá por los próximos 30, 40 o 50 años y que no abarca materias de fácil digestión, debiera tener una alta dosis intelectual y experiencia, “calle” que le llaman ahora, de manera de que se basen en el conocimiento profundo y no en “tincadas”, eslóganes o percepciones superfluas.

En ese sentido, también genera ruido la inclusión de candidatos y candidatas que pueden ser muy mediáticos, pero que tienen más que ver con la popularidad, que con la intelectualidad o la experiencia. Ejemplo de aquello es la postulación de la modelo Adriana Barrientos, cuyo devenir en las pasarelas y canales de televisión no necesariamente la habilitan para una tarea como la que aquí se plantea. Si bien ha habido figuras del espectáculo o la farándula que han hecho un buen trabajo en el Congreso, por ejemplo, esta realidad es distinta: no hay cuatro años para “aprender”, son solo nueve meses, prorrogables por una vez, en los cuales el trabajo será vertiginoso y donde –nuevamente- los conocimientos y el estudio debieran ser la norma.

La capacidad de negociación será clave también. Cómo esta fragmentación, con una gran cantidad de independientes y la poca capacidad de los conglomerados de llegar a acuerdos, va a influir en la meta de lograr los 2/3 que se requieren para aprobar los articulados, es algo que está por verse.

Aunque no se trata de demonizar a nadie ni de vetar tampoco, hay un dicho antiguo que debiera haber aplicado en la decisión de los partidos y coaliciones: pastelero a tus pasteles.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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