Participación y desconfinamiento

7 de Mayo 2020 Columnas

En una reciente tribuna del diario Le Monde, Luis Pizarro y Olivier Neym -miembros de organización Santé Mondiale 2030-, llaman a abrir el espacio a las organizaciones civiles para enfrentar los nuevos desafíos que implica la gestión de la crisis sanitaria en Francia. Como resaltan los autores, tal como resulta innegable que en un primer momento las decisiones sobre una crisis como la del Covid-19 se concentren en autoridades y especialistas (de manera más bien vertical y jerárquica), un escenario de post crisis requiere mayor protagonismo de la sociedad civil. Fundamentalmente, porque la complejidad de las nuevas decisiones a adoptar exige integrar diferentes conocimientos, liderazgos y recursos, incluyendo las especificidades locales.

En el caso de nuestro país este llamado resulta también oportuno, cuando se empiezan a discutir las formas para transitar hacia un menor confinamiento que concilie disminución de riesgo sanitario, junto con reactivación social y económica. No parece razonable, y más bien ingenuo, pretender que el gobierno y un grupo de científicos posean todas las respuestas ante un escenario desconocido. Por lo mismo es tiempo de activar, en diferentes escalas, la participación de asociaciones, grupos y personas que aporten reflexión y propuestas para encarar el nuevo escenario. En educación y trabajo, por ejemplo, hay que abrirse a las situaciones de cada institución o empresa, antes que dictaminar gruesamente qué y cuándo se debe proceder. Lo mismo respecto al estado, la cultura o la seguridad. Esto sólo se logrará organizando la palabra de asociaciones, autoridades, vecinos, apoderados, contribuyentes. Para integrar las diferencias territoriales, los alcaldes pueden canalizar protagonismo mostrado durante la crisis, liderando procesos de diálogo y acuerdo con los habitantes. Hoy tenemos los métodos, las herramientas y los recursos para hacerlo, sin que sea ineficaz, caro o lento. De hecho, será más eficiente que lidiar contra el descontento que ya comienza a asomar.

Una nueva normalidad consiste, de fondo, en establecer los próximos parámetros de lo razonable y recomendable para convivir. Un cierto orden. ¿Estamos dispuestos a que esas “normas” emanen únicamente desde autoridades y expertos? Sería una renuncia, a la vez que un error. Un error táctico, porque sabemos que la adhesión a las nuevas normas de desconfinamiento depende de la genuina convicción de la ciudadanía, compromiso que sólo se alcanza incluyendo a los ciudadanos en las decisiones que les atañerán. De lo contrario no primará la legitimidad sino la desconfianza sobre lo que la autoridad prescriba. Un error estratégico, también, porque el bienestar y supervivencia depende de nuestra capacidad de aprovechar la diversidad de esfuerzos y saberes.

Publicada en La Segunda.

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