Oposición fantasma

6 de Octubre 2019 Columnas

“Fue buscar causarle un daño político al gobierno”, dijo el ministro secretario General de la Presidencia, Gonzalo Blumel, atribuyendo la acusación constitucional en contra de la titular del Ministerio de Educación, Marcela Cubillos, netamente a un cálculo político de la oposición.

Pero independiente de las motivaciones, lo cierto es que la centroizquierda fue por lana y salió trasquilada: tras ser incapaces de imponer su mayoría en la Cámara, la ex Nueva Mayoría quedó –una vez más- fracturada, desinflada, sin más ánimo que para recriminaciones internas de poca valía. En la otra vereda, el gobierno salió victorioso del impasse y el propio Presidente Piñera consideró la situación como un “nuevo aire” para el Ejecutivo, incluso llamando a sus ministros a capitalizar el triunfo.

Tras la derrota, la oposición se concentró en sacar los trapitos bien al sol y adjudicar responsabilidades internas –como si fueran dardos- a todos quienes por alguna razón pudieran ser culpados del rechazo del libelo: el Partido Socialista, por haber sido quienes impulsaron la idea de acusar a la ministra, pero sin lograr articular a la centroizquierda; los diputados que se opusieron a la acusación, a quienes se les denominó traidores, como el DC Matías Walker o el independiente Pepe Auth; también a los que se ausentaron de la jornada, como el PR Fernando Meza, y a los que se abstuvieron, como el independiente René Alinco.

Sin entrar en el detalle de la acusación y no importando las razones esgrimidas por unos y otros, varios dirigentes de la ex Nueva Mayoría concentraron sus esfuerzos post acusación en una especie de caza de brujas, en la que se dedicaron a pedir renuncias –como la exigencia de que Auth abandonara la vicepresidencia de la Cámara- y mea culpas, empeorando la trifulca durante los días que siguieron al martes y alargando el bochornoso episodio ante la opinión pública.

Para ser sinceros, lo cierto es que la decisión de estos parlamentarios de rechazar la acusación o de abstenerse sirvió para salvar a la ministra y mantenerla en su cargo, pero no cambió dramáticamente el estado de situación de la centroizquierda: la oposición hace mucho tiempo que viene fracturada y el rechazo del libelo contra Cubillos es una muestra más de aquello, pero no es ni la primera ni la última demostración pública de la irrelevancia que ha adquirido el sector. De hecho, no es nada nuevo.

La RAE define coalición como “unión transitoria de personas, grupos políticos o países con un interés determinado”. Y precisamente en el corazón de esa definición está el problema para la ex Nueva Mayoría: hoy no hay una unidad, pero tampoco un interés común que los aglutine. En realidad, se trata de partidos que reman cada uno para su lado, intentando mantenerse a flote en momentos en que la ciudadanía no los cotiza ni en lo más mínimo. Vale la pena recordar que en la pasada CEP, de mayo de este año, apenas un 15% de los encuestados se manifestaba cercano a la centroizquierda (es justo, en todo caso, tener presente que prácticamente es la misma cifra la que se identifica con la centroderecha).

De hecho, incluso desde antes de la presidencial de 2017, la coalición dejó de ser tal, para convertirse en un montón de partidos y movimientos pegados con chicle, que a ratos intentan retomar la unidad, pero con motivaciones y formas de operar tan desordenadas e inarmónicas, que no duran más que un suspiro, para luego volver a demostrar su fractura cada vez que se requiere precisamente lo contrario, como en el caso de la acusación constitucional contra Cubillos.

Hoy se culpa al PS por ser el partido que impulsó el libelo, a Pepe Auth por no haberlo respaldado, a los independientes por haberse abstenido, pero no hay ningún mea culpa como conglomerado respecto de la pertinencia de la acusación o de la capacidad que tienen de aunar voluntades, porque en realidad, la responsabilidad es de todo un conglomerado que respalda inicialmente la idea, pero después es incapaz de organizarse, de tener una postura común o, por qué no, de haber admitido en algún momento que no tenían las herramientas legales para que el documento fuera jurídicamente lógico.

En realidad, lo que deja la acusación es una muestra más de que la centroizquierda es hoy un conglomerado que no existe como oposición y que continúa mostrándose como un fantasma de lo que alguna vez fue la Concertación o la Nueva Mayoría, sin fuerza para enfrentar al gobierno ni para respaldar sus propias batallas.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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