O´Higgins y su dulce destierro

21 de Agosto 2023 Columnas

El 20 de agosto se celebra un nuevo aniversario del nacimiento de Bernardo O´Higgins. Su figura, utilizada por la Dictadura, terminó desprestigiándose hasta ser postergada por otros próceres de la Independencia. En gran parte, porque se olvida o desconoce que, antes de vincularse al mundo militar, O´Higgins fue un hombre ilustrado que, gracias a la herencia del padre, se dedicó a la agricultura, al ganado y la vinicultura.

Se conoce bastante su historia como militar y director supremo, pero poco de lo que sucedió después de su forzada renuncia en 1823. Después de ésta, partió rumbo a Lima y su labor en la independencia de ese país fue reconocida con la entrega de dos haciendas. Degradado militarmente y sin la pensión que le correspondía, no le quedó otra opción que dedicarse al campo, como lo había hecho antes de incursionar en la política y las armas.

La hacienda de Montalbán, uno de los regalos, era bastante grande y su fuerte era la producción de azúcar de caña, a las que se agregaba la de aguardiente y vinos. Aunque sus cartas puedan dar un carácter más dramático a su estancia en Perú, la gran producción y la posesión de 50 esclavos permite cuestionarnos esta realidad.

Por esta razón, cuando O´Higgins se enteró de los planes del ministro Diego Portales para emprender una guerra de Chile contra la Confederación Perú-boliviana, no solo se opuso, sino que, además, inició una ofensiva epistolar contra el ministro y a favor del proyecto de su amigo, el mariscal boliviano Andrés de Santa Cruz.

“La guerra obstruye los caminos y la movilidad y por eso no hay ventas como en tiempos de tranquilidad”, decía en una de sus cartas, preocupado de que un conflicto afectase su negocio. Por esta razón, a medida que se conocían noticias de la formación de una expedición rumbo a Perú, no dudó en calificar al presidente Joaquín Prieto de imbécil, estúpido e insensato.

Fracasada la primera expedición que emprendió Manuel Blanco Encalada, O´Higgins se mostró confiado que este sería el fin del conflicto. No contaba con que el gobierno de Prieto insistiría en una nueva expedición, esta vez a cargo de Manuel Bulnes.

Ya sea porque la Confederación comenzaba a debilitarse por el poder del nuevo ejército o porque el Ejército Restaurador se instaló en Lima, la relación cambió y O´Higgins se terminó transformando en un consejero, tanto de Bulnes como del general José María de la Cruz, segundo al mando.

Tiempo después, De la Cruz recordaba con cariño estos encuentros con el prócer: “Debo a este viejecito el no haberme vuelto tal vez loco (…) Yo no conocía la importancia personal de este buen chileno” (El viejecito tenía apenas sesenta años).

Algo similar sucedió con el general Bulnes. Por esta razón, luego de que el presidente Prieto le concediera a Bulnes un premio después de su victoria de Yungay, Bulnes se limitó a pedir que se le restituyesen los grados, el sueldo y que se le permitiera regresar a Chile.

O´Higgins, que antes había denostado al presidente, ahora le escribía: La victoria de Yungay vuelve a poner la pluma en mis manos, no para distraerlo de sus graves atenciones, sino para felicitarlo por un triunfo”.

Aunque el triunfo de Yungay fue en enero de 1839, el ejército chileno permaneció en Lima hasta octubre. Por esta razón, el 18 de septiembre fue una ocasión para homenajear al prócer como correspondía. A tanto llegó el entusiasmo que, cuando O´Higgins quiso retirarse a su hogar, fue acompañado desde el palacio hasta su casa por Bulnes, otros generales y la banda de músicos que rompía el silencio de la madrugada.

Por razones de salud, O´Higgins nunca estuvo en condiciones de embarcarse de regreso a Chile como era su deseo. El mito dice que antes de su último expiro, gritó: ¡Magallanes!. No sabemos si es cierto, lo concreto es que cuando Bulnes llegó a la presidencia, una de sus primeras acciones fue construir un fuerte en el Estrecho de Magallanes.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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