Misoginia y anticomunismo

9 de Noviembre 2022 Columnas

En general, los cambios de presidencia en las cámaras del Congreso no son cuestiones muy bulladas y suceden con una cierta inercia dada por el respeto a los acuerdos… hasta ahora, cuando por primera vez una mujer comunista, en este caso, Karol Cariola, iba a asumir la testera. ¿Qué pasó? El PDG y la DC amenazaron con retirarse del pacto firmado en marzo con los partidos oficialistas para presidir la Cámara Baja, lo que generó finalmente la renuncia de la candidata comunista al cargo y la posterior elección del liberal Vlado Mirosevic.

La designación de este último significó algunos roces al interior del PDG, partido que en su momento había alegado no apoyar a Cariola debido a que el rol como vocera en la campaña del Apruebo (y posterior derrota) no daban garantías de gobernabilidad; argumento que mal envejeció con el voto de la mitad de sus diputados a la candidatura del ahora presidente de la Cámara. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que Mirosevic interpretó exactamente la misma función que Cariola en la opción derrotada en el plebiscito de salida.

Y lo de la DC frente al PC, aunque más pareció un chantaje que utilizó la figura de Sergio Micco como “excusa” de exclusión, la verdad es que no es algo de extrañar. La historia de desencuentros entre ambos partidos es de larga data.

Efectivamente, en esto último radica el tema: en la historia. Más allá de las justificaciones expuestas por una u otra colectividad (incluso válidas si se quiere), lo que realmente late detrás de estos pretextos es un anticomunismo incrustado en buena parte de nuestra sociedad y, por ende, entre sus representantes políticos (de derecha a centroizquierda, e incluso en algunos sectores del frenteamplismo), y que oprimiendo las teclas correctas (Cuba, Venezuela, China…), una y otra y otra vez, hace que sea sencillo vincular las ideas políticas del PC con la pobreza, el hambre, la expropiación; con una amenaza “real y concreta” al país y su gente.

Marcelo Casals (LOM, 2017) ha hecho un trabajo muy bien documentado sobre el anticomunismo en Chile, que puede remontarse incluso al siglo XIX, y, por supuesto, a la Ley Maldita de 1948 y las elecciones de 1964. A estas alturas, demás estaría ahondar en las causas, pero efectivamente al PC siempre se le ha visto como una potencial amenaza a la democracia, lo que resulta curioso en Chile, pues históricamente el partido ha tenido y demostrado un fuerte compromiso democrático.

Pero no solo anticomunismo; anticomunismo y misoginia es lo que –según Cariola y otras figuras de la esfera pública, incluida la ministra del Interior, Carolina Tohá- estaría detrás de esta compleja elección a la presidencia de la Cámara.

Por supuesto, solo un intento de llevar una carta masculina del PC podría habernos mostrado el peso efectivo de la misoginia frente al anticomunismo, porque de otra forma se hace difícil medir con exactitud cuánto pesó cada uno de los factores en este episodio, y que se tradujo al fin en una nueva exclusión de una mujer a un importante espacio de poder político. Aunque muy probablemente una muestra de la intersección de ambos elementos fue lo que se dejó ver con mayor claridad en la violencia de género por redes sociales que sufrió la diputada. Lamentablemente, nada nuevo bajo el sol.

Más allá de este episodio puntual, es preciso que el PC ponga atención a esta combinación de factores, puesto que las figuras con mayor proyección de la colectividad son casi exclusivamente mujeres: Camila Vallejo, Jeannette Jara, Bárbara Sepúlveda y la misma Karol Cariola. ¿Qué estrategias tiene pensadas el partido para cuidarlas del anticomunismo y misoginia? ¿Cómo piensa potenciarlas por sobre las figuras (humanas y retóricas) tradicionales? Plantearse esta cuestión será clave para interrumpir la historia de lo que la feminista Heidi Hartmann llamó “El matrimonio infeliz entre el feminismo y el marxismo”.

Publicada en La Tercera.

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