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Memoria y puntos de inflexión

Lentamente, nos vamos transformando en seres diferentes, semiacostumbrados a la violencia y la crueldad.
Daniel Loewe

Daniel Loewe

PhD en Filosofía
  • PhD in Political and Moral Philosophy, Eberhard Karls Universität Tübingen, Alemania, 2001.
  • Licenciado en Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1994.

Sus áreas de especialización son filosofía política, filosofía moral y ética, con especial énfasis en teorías igualitarias, multiculturalismo, teorías liberales, ética de los animales, ética del medioambiente y teorías de justicia internacional. Junto al desarrollo de numerosos proyectos de investigación s...

Con el auge de internet adquirió popularidad un entendimiento que hizo carrera en las técnicas educativas. Si la información está disponible a un click, ¿por qué los niños deben memorizar? Mejor es que aprendan a buscarla y ocupen las capacidades mentales liberadas en asuntos más importantes. El error de este predicamento es que la memoria humana no es como la digital. No tenemos un disco duro que fije recuerdos como información, una representación fiel de lo que fue. Al aprender, por ejemplo, al experimentar vivencias o memorizar un poema, el cerebro restructura sus conexiones neuronales, de modo que el resultado es un cerebro diferente, uno con otras y más conexiones que se profundizan con la repetición. Por ello externalizar el conocimiento a bases de datos es un error pedagógico. No es solo metafórico, sino literal, que al aprender cambiamos. Y al recordar reconstruimos los procesos neuronales activados con la vivencia. Un proceso sujeto a distorsiones y sesgos, en que recordamos según los estados anímicos del presente y asociativamente.

Los tres carabineros asesinados y quemados en una emboscada traen a la memoria el atentado asesino al matrimonio Luchsinger-McKay, ocasión en que el ministro de la época, Larroulet, anunció que habría “un antes y un después”. También los esfuerzos, apenas de anteayer, por hacer caer un presidente democráticamente electo mediante “la calle”; los territorios liberados que celebraba el Presidente y la desmilitarización de la zona que propugnaba; el Wallmapu de la ministra Siches mientras se aprontaba a visitar Temucuicui con la soberbia e ingenuidad propia de quienes envueltos en emanaciones de bondad se adivinan del lado correcto de la historia; la glorificación de la simbología del “perro matapacos”; la romantización de la violencia de los millennials barbudos bajando, literalmente, de la sierra ñuñuina “a meterle inestabilidad al país” (cuyo autor fue premiado con una embajada); las apologías de la “primera línea”; los tweets contra los “pacos asesinos”; el broche del indulto a los delincuentes y las pensiones de gracia; y podemos seguir y seguir.

No ha habido ni el antes y después anunciado, ni los muchos puntos de inflexión que regularmente se declaran por la prensa con rostros compungidos, sino que un devenir consecuentemente descendente. Contra lo que sostiene el Presidente cual libro de autoayuda, no estamos mejor. En la memoria de cada cual se van grabando los episodios de violencia asesina al ritmo de una iteración permanente. Y de este modo, lentamente, nos vamos transformando en seres diferentes, semiacostumbrados a la violencia y la crueldad, con un umbral de resistencia mayor al dolor que genera, y que ajustan sus expectativas a lo que esta permite. Así no solo perdemos libertad, sino que un poco de aquello que nos hace humanos; mientras otros, como los carabineros asesinados, pierden la vida.

Publicada en La Segunda.

Memoria y puntos de inflexión

Lentamente, nos vamos transformando en seres diferentes, semiacostumbrados a la violencia y la crueldad.

Con el auge de internet adquirió popularidad un entendimiento que hizo carrera en las técnicas educativas. Si la información está disponible a un click, ¿por qué los niños deben memorizar? Mejor es que aprendan a buscarla y ocupen las capacidades mentales liberadas en asuntos más importantes. El error de este predicamento es que la memoria humana no es como la digital. No tenemos un disco duro que fije recuerdos como información, una representación fiel de lo que fue. Al aprender, por ejemplo, al experimentar vivencias o memorizar un poema, el cerebro restructura sus conexiones neuronales, de modo que el resultado es un cerebro diferente, uno con otras y más conexiones que se profundizan con la repetición. Por ello externalizar el conocimiento a bases de datos es un error pedagógico. No es solo metafórico, sino literal, que al aprender cambiamos. Y al recordar reconstruimos los procesos neuronales activados con la vivencia. Un proceso sujeto a distorsiones y sesgos, en que recordamos según los estados anímicos del presente y asociativamente.

Los tres carabineros asesinados y quemados en una emboscada traen a la memoria el atentado asesino al matrimonio Luchsinger-McKay, ocasión en que el ministro de la época, Larroulet, anunció que habría “un antes y un después”. También los esfuerzos, apenas de anteayer, por hacer caer un presidente democráticamente electo mediante “la calle”; los territorios liberados que celebraba el Presidente y la desmilitarización de la zona que propugnaba; el Wallmapu de la ministra Siches mientras se aprontaba a visitar Temucuicui con la soberbia e ingenuidad propia de quienes envueltos en emanaciones de bondad se adivinan del lado correcto de la historia; la glorificación de la simbología del “perro matapacos”; la romantización de la violencia de los millennials barbudos bajando, literalmente, de la sierra ñuñuina “a meterle inestabilidad al país” (cuyo autor fue premiado con una embajada); las apologías de la “primera línea”; los tweets contra los “pacos asesinos”; el broche del indulto a los delincuentes y las pensiones de gracia; y podemos seguir y seguir.

No ha habido ni el antes y después anunciado, ni los muchos puntos de inflexión que regularmente se declaran por la prensa con rostros compungidos, sino que un devenir consecuentemente descendente. Contra lo que sostiene el Presidente cual libro de autoayuda, no estamos mejor. En la memoria de cada cual se van grabando los episodios de violencia asesina al ritmo de una iteración permanente. Y de este modo, lentamente, nos vamos transformando en seres diferentes, semiacostumbrados a la violencia y la crueldad, con un umbral de resistencia mayor al dolor que genera, y que ajustan sus expectativas a lo que esta permite. Así no solo perdemos libertad, sino que un poco de aquello que nos hace humanos; mientras otros, como los carabineros asesinados, pierden la vida.

Publicada en La Segunda.