Los fantasmas

19 de Julio 2021 Columnas

Érase una vez un Ricardo Lagos Escobar que en 1999 se enfrentaba a primarias contra el DC Andrés Zaldívar. Ambos políticos de fuste, con sendas maquinarias electorales detrás, líderes del regreso a la democracia, no previeron que la campaña se iba a tornar, poco a poco, en color hormiga y que aquello tendría secuelas. Así comenzó la campaña presidencial de ese año, en la que Lagos después enfrentaría -en su coalición creían que de manera fácil y holgada- a un recién llegado Joaquín Lavín (UDI).

Sin embargo, pocos previeron que la campaña destemplada de las primarias y la gran diferencia por la que Lagos se impuso a Zaldívar, complicaría el inicio de su propuesta presidencial y le daría ventaja al abanderado de la entonces Alianza. De hecho, los ánimos quedaron tan dolidos por parte de la DC, que a Lagos le costó lograr que ese partido limpiara sus heridas y decidiera sumarse a sus actividades.

Durante todo ese tiempo, mientras el progresismo le hacía “cariñitos” a la DC para que se subiera al carro laguista, Joaquín Lavín hacía campaña como si el diablo lo fuera persiguiendo, instalaba su marca del “cambio” y se alejaba de la figura de Pinochet. Llegó así la elección. Y, pese a la confianza, Lavín por poco empató a Lagos y, por primera vez en la historia de Chile, tuvimos segunda vuelta.

20 años después, hoy los chilenos se enfrentan nuevamente a una elección primaria. Con cambios tanto de forma como de fondo, lo cierto es que las similitudes también son relevantes, no solo por la presencia de Lavín en el panorama, sino también por otros elementos. Aun cuando ahora la centroizquierda -ex Concertación- estará ausente de las papeletas, la virulencia instalada en la campaña de Apruebo Dignidad -entre sus abanderados, Daniel Jadue (PC) y Gabriel Boric (FA)- llama a la memoria, sobre todo cuando insisten en utilizar una técnica que no ha dado resultados: una operación centrada en la violencia simbólica entre ambos candidatos, poniendo énfasis en acusar al contrincante, más que las propuestas de uno u otro.

De hecho, las palabras de Jadue culpando a Boric y su coalición de ser responsables de la existencia de presos políticos fue la gota que rebasó el vaso. Y desde el FA no tardaron en responderle, acusándolo de perpetrar una “campaña sucia”.

Lo difícil es que, a partir de mañana lunes, quien gane la primaria, ya sea Boric o Jadue, deberá sumar a su contrincante a la campaña de verdad, a la que podría dirigirlos a La Moneda. Así, deberán enfocarse en limar asperezas y emprender un rumbo juntos. Pero, luego de todo lo dicho durante estas semanas, no queda claro cómo se sanarán esas heridas –además de cuánto demorará ese proceso- y, en buen chileno, con qué cara iniciarán esta aventura en la que deberán convencer al electorado de que son compañeros y no enemigos, que la coalición en realidad es una y que puede asegurar gobernabilidad para un futuro gobierno.

Por el lado de la derecha, las recetas antiguas también han vuelto a la mesa y, si bien los “encontrones” han sido menos y en menor grado, lo cierto es que todos los precandidatos han concentrado gran parte de la campaña en satanizar a la izquierda. Por esa vía, han intentado -una vez más- instalar el miedo como fenómeno movilizador, lo que históricamente en Chile no ha funcionado.

De hecho, a partir del “susto” de los votantes, la derecha ha intentado paliar el otro conflicto asociado a esta elección: la posibilidad de que los chilenos se resten de participar. La propia extimonel UDI, Jacqueline Van Rysselberghe lo dijo sin tapujos: “Nuestra gente está asustada y eso sí moviliza a la centroderecha”.

Pero no está claro si el miedo –en la derecha- o la competitividad extrema -en el caso de Jadue y Boric- serán incentivos suficientes para que los chilenos se levanten, salgan de sus casas y vayan a votar. El mea culpa del Servicio Electoral -por la falta de difusión- y las esperanzas del gobierno, que advirtió que se han hecho todos los esfuerzos posibles para que haya una alta participación, pueden no ser suficientes.

Así, en la jornada de hoy se enfrentarán varios fantasmas que ya hemos visto en otras ocasiones: el de la campaña basada en los “trapitos al sol”, el del miedo a la izquierda y el de la baja participación. Con una ciudadanía que lleva ya varias jornadas electorales en el cuerpo, en menos de un año y con pandemia de por medio, queda la duda de si los incentivos son los correctos e incluso suficientes para un proceso que hoy recién comienza, con miras a las elecciones de noviembre.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso

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