Lo que está verdaderamente en juego

19 de Diciembre 2021 CEA Columnas

Este domingo se define quién será el próximo presidente de Chile durante los siguientes cuatro años. Con un congreso dividido y las modificaciones que tuvo que hacer cada uno de los candidatos para moderar sus programas, cuesta pensar que nuestro país se vaya a transformar en Chilezuela o en una dictablanda.

El verdadero problema, a mi juicio, lo va a tener la Asamblea Constituyente.

En un primer escenario, si gana Gabriel Boric, la Asamblea se verá fortalecida, se podría envalentonar y radicalizar algunas posturas aprovechando la ventaja electoral. Según Bernardo Fontaine, la Asamblea podría, incluso, impulsar la eliminación del Senado y, con ello, acabar con cualquier freno a los cambios que quieren para Chile: “Claro, el Senado les es más desfavorable y la nueva Constitución podrá hacerlo desaparecer o que todo el Congreso y el Presidente se elijan de nuevo”.

Asumiendo que el resultado será estrecho, un triunfo de Boric volverá a ser motivo de sorna de parte de los ganadores que, como hicieron luego del triunfo del Apruebo, encontrarán cuanto tengan a mano para apabullar a los perdedores. Sin embargo, la vuelta de mano la podrían tener aquellos que votaron por Kast cuando tengan que votar de nuevo en el plebiscito de salida. Esa será la oportunidad para cobrar revancha haciendo fracasar el nuevo proyecto constitucional.

Si se da el otro escenario y sale victorioso José Antonio Kast, los esfuerzos de la izquierda se encauzarán para tratar de frenar la “ola fascista” por intermedio de la nueva Constitución. Aunque fue desmentido, la posibilidad de bloquear al presidente a través de una nueva Carta Magna siempre será una tentación demasiado grande como para no aprovecharla, en especial, cuando la sombra del parlamentarismo se cierne como una opción cada vez más apreciada por los constituyentes. El problema, nuevamente, sería el siguiente: una posición extrema de la Asamblea contra Kast favorecería el clima de rechazo que ha habido en torno a este grupo y el nuevo texto. El plebiscito de salida sería una oportunidad para sepultar el proyecto reformista de la izquierda y volver al texto antiguo.

Un dato interesante: el día que haya que votar por el plebiscito de salida para aprobar o rechazar la nueva Constitución podremos saber de verdad qué piensa la mayoría del electorado, considerando que el sufragio será obligatorio y que las multas irán de 0,5 a 3 unidades tributarias mensuales para las personas que, habilitadas para votar, no lo hagan ese día. De nada servirán los bots, los genios de los matinales y los gurús del fin de semana, especulando respecto de lo que piensa la mayoría. Esta se manifestará, después de mucho tiempo, en ese plebiscito y nos dirá de forma clara y transparente qué quieren para Chile.

En definitiva, el actual escenario, aunque incierto para el país, lo que está verdaderamente en juego es el camino que tomará la Asamblea Constituyente y no tanto lo que pueda ocurrir con el nuevo presidente. En esta línea, independiente de quién sea el designado este día para conducir el destino de nuestro país, si los constituyentes desean que todo el esfuerzo realizado derive en un texto que sea motivo de orgullo y que dé garantías para todos durante las próximas décadas, deberán moderar su discurso y comenzar a trabajar pensando en todos los chilenos. En caso contrario, seguiremos en este espiral de odio y violencia que nos ha llevado a tener una de las elecciones más ordinarias e indignas de la historia, marcadas por la falta de juego limpio, visión de futuro y respeto por las tradiciones republicanas que, hasta hace poco, tanto nos orgullecían.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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