Lluvia de presidenciables

31 de Enero 2021 Columnas

Durante las últimas semanas, en consonancia con el año extremadamente electoral que comenzamos a vivir este 2021, la lluvia de presidenciables ha sido muy distinta a como se preveían las extrañas precipitaciones de este fin de semana, que se advertían cortas y potentes.

Por el contrario, los chubascos presidenciables se muestran hasta ahora poco relevantes, aunque muy masivos. La cantidad de candidatos que comienza a surcar los cielos es cada vez más amplia, con postulantes de todo tipo y sensibilidad, pero que comparten algo: muy poco respaldo.

El escenario es extremadamente fragmentado, tanto en la centroizquierda, como en la centroderecha, con abanderados que no marcan más de 8% en algunas encuestas (en otras, el más relevante llega a 15%) y que, en su mayoría, apenas alcanzan la pura mención.

Así, en la última Cadem, quien lidera el sondeo es el alcalde de Recoleta, el PC Daniel Jadue, precisamente con el 8% de las preferencias en mención espontánea. Le sigue Joaquín Lavín (UDI), con 6%; la también gremialista Evelyn Matthei y el independiente por Chile Vamos, Sebastián Sichel, con 4%; José Antonio Kast (Partido Republicano), con 3%; la PH Pamela Jiles, la expresidenta Michelle Bachelet y la flamante abanderada del PS, Paula Narváez, con 2% cada una; para terminar con una larga lista de personajes que apenas alcanzan el 1%, entre los que están el RN Mario Desbordes, los PPD Francisco Vidal y Heraldo Muñoz –que justo hoy se miden en primarias internas-, el independiente Franco Parisi, e incluso la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches. Y en esta lista faltan varios, como la DC Ximena Rincón o el exministro Ignacio Briones.

Es complejo que entre todos quienes componen esta medición de mención espontánea, no llegan ni al 40%. Considerando que faltan apenas diez meses para la contienda –aunque muchos caerán en las primarias de cada sector- el tiempo para posicionarse no es mucho. Precisamente por la fragmentación del escenario político que caracteriza a nuestro país hace ya varios años, la posibilidad de instalarse como primus inter pares, con una valoración relevante, es cada vez más difícil. Peor aún si se considera la baja valoración que el mundo político tiene ante la ciudadanía.

Hace justo un año y en plenas réplicas del estallido social, en Ciper, el académico Fernando Rosenblatt advertía que era necesario “evitar la tentación del pequeño partido propio y las ganancias de corto plazo”. Observación que –a la luz de los hechos- no ha sido precisamente tomada en cuenta por los presidenciables.

La realidad hoy es muy distinta a lo que sucedía, por ejemplo, para las elecciones de 2005. Casi dos años antes, en 2003, ya Joaquín Lavín aparecía en la encuesta CEP como la mejor carta ante la pregunta “¿quién le gustaría que fuera el próximo presidente” ?, con un 36% de las menciones, seguido por Michelle Bachelet, que alcanzaba en ese momento un 14%.

Poco después, cuando faltaba un año para las elecciones, la situación había cambiado. Para diciembre de 2004, ante la misma pregunta, un 36% se inclinaba por la candidata de la Concertación y un 27%, por el abanderado de la derecha, mostrando claramente que el futuro enfrentamiento sería entre los dos personajes, que el resultado sería estrecho, y que habría una segunda vuelta. Pero aún faltaba la “sorpresa” de la contienda: Sebastián Piñera, que se sumaría a la campaña en mayo de 2005. En junio, con todas las cartas sobre la mesa, ya Bachelet se empinaba en el 63% de respaldo, Lavín bajaba a 14% y Piñera debutaba con 12%.

Hoy, la situación es mucho más “líquida”: ninguno de los postulantes a La Moneda supera el 8% de las menciones y el abanico de opciones es enorme. Tan extenso como serán las papeletas que deberá digerir cada votante, considerando que además de presidente, en noviembre se elegirán diputados, senadores y consejeros regionales.

Lo cierto es que estamos ante una lluvia, que más parece llovizna de verano: extensa, amplia, pero que apenas moja. Son demasiados los candidatos y ninguno de ellos se perfila como una persona carismática, que realmente convoque a la ciudadanía. Por lo mismo, la primera tarea de todos ellos –si quieren llegar a sentarse en Palacio- será darse a conocer, convencer, deslumbrar. Si ninguno lo logra, estaremos ante una situación compleja, en la que podría darse una abstención relevante y en la que, quienes decidan participar del proceso, pueden terminar votando por “lo menos malo”. Pésimo enfoque cuando se trata de quien dirigirá al país los próximos cuatro años.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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