Es necesario reflexionar acerca de cómo el libro impreso ha desaparecido de las estanterías de muchos hogares en las últimas décadas. A raíz de los avances tecnológicos y también los altos costos que implican su impresión, diversos medios escritos impresos han desaparecido: periódicos, revistas, folletos. La transformación hacia la era digital ha relegado el uso del papel, dando pie a la digitalización. Sin embargo, aún en los países más avanzados, las versiones impresas siguen teniendo más vigencia que los libros digitales.
El misticismo de la letra impresa en diversos tipos de papel constituía un instrumento para preservar y transmitir conocimientos a través del tiempo y el espacio en términos de creencias y culturas. No olvidemos que, en un principio, el libro como tal fue considerado un arma con la que se accedía a información. De hecho, en 1933 el régimen nazi lanzó a las hogueras miles de libros, pues buscaba no solo “purificar” la sangre, sino también la cultura alemana. Y cómo olvidar el capítulo VI de la primera parte de “Don Quijote de la Mancha” cuando el cura y el barbero, tras un severo escrutinio, deciden quemar casi todos los ejemplares de la biblioteca del protagonista porque aseguraban que por causa de ellos el hidalgo había perdido el juicio.
A quienes crecimos bajo el alero de los libros impresos nos une la nostalgia y una memoria colectiva que evoca texturas y aromas; el hecho de tener un libro en las manos o simplemente subrayarlo o hacer diversas anotaciones. Si nos centramos en los efectos que implica la lectura en papel, numerosas investigaciones evidencian beneficios al leer textos impresos, entre ellos, el fomento de la memoria y la contribución para la comprensión y la concentración.
Actualmente, podemos acceder a la lectura a través de internet, lo que implica otro tipo de lectura en la que la concentración juega un rol crucial para evitar las distracciones del hipertexto, los contenidos interactivos o el espacio multimedia. Juan Domingo Argüelles (2022) en ¿Qué leen los que no leen? El poder inmaterial de la lectura, la tradición literaria y el hábito de leer plantea la posibilidad de que el libro llega a su fin en la era de la revolución digital. ¿Será realmente así?
Estamos frente al novus liber. Las nuevas generaciones ya se acostumbran a acceder al mundo de la literatura, a través de iphones, kindles, audiolibros y dispositivos. Nuevas formas de accesibilidad que vienen acompañadas también por diversos modos de aproximarnos a la digitalización.
Finalmente, somos los lectores quienes tenemos la posibilidad de escoger el medio impreso o digital según nuestros gustos, costumbres y prácticas. Aún así, la vigencia real del libro impreso se perpetúa, su valor trasciende en el tiempo y el espacio. La invitación es a sumergirse en las nuevas formas que nos ofrece la tecnología para, finalmente, decidir si seguimos prefiriendo el libro impreso o el digital.
Publicada en El Mercurio de Valparaíso.