La salvación

30 de Julio 2023 Columnas

“El hombre es esclavo de sus palabras y dueño de su silencio”, sentenció Aristóteles. Y considerando los últimos episodios del gobierno, es una máxima que el Frente Amplio y, en especial, el ministro de Desarrollo Social, Giorgio Jackson, debieran tatuarse.

Esta semana, precisamente, es el aniversario de aquella entrevista en que el secretario de Estado plasmó lo que -a su juicio- era una moralidad superior con la que se instalaban en La Moneda, respecto de todos quienes habían gobernado durante los últimos 30 años.

Más allá de la patudez supina que significa ponerse por sobre gobernantes como Ricardo Lagos Escobar o la primera y única mujer que ha dirigido el país, Michelle Bachelet, lo cierto es que esas palabras de Jackson retratan en cuerpo y alma la postura adolescente de su coalición. Ellos saben más que sus padres, nadie ha logrado hacer las cosas bien en la historia del país y vienen a salvarnos.

“Nuestra escala de valores y principios en torno a la política no solo dista del gobierno anterior, sino que creo que frente a una generación que nos antecedió”, fue lo que dijo en ese entonces el ministro. Luego de aquello, al parecer se dio cuenta que era dueño de su silencio y dejó la primera línea de la vociferación.

Pero en estas últimas semanas esos dichos han resonado en el imaginario colectivo a propósito de la crisis en que se ha visto envuelto el Ejecutivo por el caso de traspaso de dineros desde el Estado a la Fundación Democracia Viva, dirigida por la expareja de la diputada RD Catalina Pérez.

Al parecer, la corrupción no es patrimonio ni de un partido político, ni de una coalición ni mucho menos de una generación determinada.

Ridículamente, esos y otros actos cambian de nombre dependiendo de quién los realiza y cuál es el conglomerado que está en el gobierno, pasando de ser “ilegales” a “errores” o incluso “problemas éticos”. Pero cuando Gabriel Boric postuló a la presidencia, en 2021, afirmó que “la mala noticia para los corruptos es que este año vota la gente, Chile está cambiando, y por eso, esta vez, les vamos a ganar”. Un tiempo antes, había asegurado que los “involucrados en el caso Penta deben dar un paso al costado, sean ministros o legisladores” y conminó a aquello a Ena Von Baer e Iván Moreira.

Es claro que, cuando uno escupe al cielo, hay que tener muchísimo cuidado.

Porque lo cierto es que ahora, cuando se conoce el traspaso directo de recursos desde el gobierno a una fundación de sus filas, sin contar ni siquiera con garantías ni rendiciones adecuadas, las voces que otrora pedían las mayores penas del infierno, solo plantean como castigo una suspensión “simbólica”. No se habla de delitos ni de querellas, ni se le pide dar un paso al costado.

Esa misma doble lectura de la realidad se verifica en el caso computadores. Mientras a cualquier ser humano se le pide casi el certificado de nacimiento de su tatarabuela para entrar a una repartición pública, hay personas desconocidas que pueden pasearse libremente en los ministerios.

Es “muy normal” también que, luego de ser denunciado el robo, sigan ocurriendo situaciones similares en otras sedes del Ejecutivo.

¡Ah! Y también es muy común que un ministro llame por teléfono, de noche, y autorice a gente para que saque una caja fuerte de una secretaría de Estado, junto con no uno, sino 23 computadores. Una pésima película cómica.

A eso se agrega, el último y más grave episodio. Justo cuando se acercaba el fin de semana, el ideólogo del Frente Amplio, Carlos Ruiz, fue formalizado por golpear a su pareja hasta dejarla inconsciente, en un acto de brutalidad y cobardía injustificable.

Ahora, mientras el escupo que tiró Jackson hace justo un año, sigue cayendo sobre las cabezas del Frente Amplio y la superioridad moral se apaga, los republicanos siguen el mismo manual y se plantean como los que ahora sí llegarán a entregar seguridad, honestidad y ética, instalándose como los próximos salvadores. ¿El problema? Hasta ahora la perfección no ha existido en ningún ser humano y la probidad es un bien cada vez más acomodaticio, no solo en política. Y la democracia, aquella que costó 17 años recuperar, sigue convirtiéndose en un valor en retirada.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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